miércoles, 23 de octubre de 2013

Donde habitan los ángeles

Donde habitan los ángeles

Me he propuesto leer los libros que le están dejando en la escuela a mi hija mayor,  Aris, quien cursa actualmente el primer año de secundaria.  El primer libro fue “Donde habitan los ángeles” de Claudia Celis. Le dieron un mes y medio a mija para leerlo, y lo hizo en una semana. A mí me tomó un par de días. Al cerrar el libro mi niña estaba envuelta en un mar de llanto. Luego se quejó de que su maestra no les ha dejado ningún libro con final feliz. Yo no le dije nada. Pero podría haberle dicho que así es prácticamente toda la literatura mexicana, la narrativa… al menos la que vale la pena.




El libro me sorprendió gratamente. Me parece que vuela para clásico. Así, de ese tamaño. Es un estilo sumamente difícil de manejar, de una sencillez apabullante, abrumadora. Conozco pocos escritores que puedan escribir así, mi favorito es Miguel Delibes, el de “Los Santos Inocentes” que es un escritorazo. Doña Claudia además trabaja muy bien sus personajes —es quizá la mejor de su virtudes— son originales e interesantes. La novela tiene un desarrollo biográfico, cronológico algo convencional. Pero cada capítulo incluye una historia cerrada, es decir, un relato; y cada uno de ellos, original, ingenioso, sorpresivo. La impresión que me da la novela es la de un trabajo muy bien llevado, muy exigente. Mi único reproche iría al tono didáctico de algunos episodios. Pero es discutible. No he leído un libro más moralista y didáctico que “El pinocho” de Carlo Collodi, y al mismo tiempo es un libro universal, lleno de ingenio e imaginación.

Me parece una buena elección para iniciarse en la lectura. Literatura juvenil de buena calidad.  De este libro se hablará más en próximos días porque se viene la película: https://www.facebook.com/dondehabitan
Por lo que se ve y lee en esta página de facebook me parece que no están tomando el libro por donde se debe. Al tiempo.

lunes, 21 de octubre de 2013

Gravedad de Alfonso Cuarón

GRAVEDAD

“Gravedad” (2013) es un poema audiovisual sobre la fragilidad humana. La fugacidad de la vida es un tópico de la lírica universal. Dice Nezahualcoyotl, el sabio príncipe de Texcoco,  hombre ferozmente perseguido por la muerte, que se las arregló para vivir 70 años: “¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra? ¡No para siempre, aquí (en la tierra)! Un momento en la tierra, si es de jade se astilla, si es de oro se destruye, si es plumaje de quetzal se rasga”. Y en otro canto se pregunta:  “¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar sobre la tierra? Dejemos al menos flores, al menos cantos”. Es que el néctar de la vida es más dulce en las fronteras de la muerte. La muerte. Santa muerte. Tema universal -y al mismo tiempo mexicano- por excelencia.



La película de Cuarón posee este vuelo lírico, en el que la gravedad de la tierra, es al mismo tiempo abismo y vida. Está emparentada con  los relatos de naufragio e inefable supervivencia, desde el Robinson Crusoe, la novela del hombre ante sí mismo, hasta el Naufrago  de Robert Zemeckis, que aun con su propio vuelo lírico no logra desapegarse de una convencional estructura de marco, y de la penosa publicidad comercial —dicen que es un comercial de FEDEX de dos horas de duración. Aún del mismo Titanic de James Cameron, que es a su vez un canto a la vida in extremis. ¿Recuerdan el clímax, cuando Jack le hace prometer a Rose que vivirá? Pacto de vida sellado en las fronteras de la muerte, abovedado en pasión amorosa. 

En Gravedad no hay pasión amorosa. No hay melodrama plañidero. Solo hay humanidad. Vocación de sacrificio por el otro, aún el desconocido. La de Cuarón es una pieza de arte cinematográfico, minimalista, que expresa en su trama sintética, mínima, los valores humanos más entrañables. Un alucinógeno visual de gran poder espiritual. Jamás en una película se había configurado a la tierra como  una madre, y jamás había sido tan dulce, y esperanzadora, la limitante gravedad que nos mantiene ferozmente plantados a este planeta. Quizá en la asombrosa sencillez de esta película radica -en parte- su prodigiosa fuerza artística. Ligera pero dotada de gravedad. Gravedad trascendental.

Luis F. Gallardo


21 de Octubre de 2013

jueves, 17 de octubre de 2013

Lo que comparten Linda Lovelace y Steve Jobs

Lo que comparten Linda Lovelace y Steve Jobs.

Linda Lovelace, mejor conocida como la tragasables, es la afamada protagonista del film porno “Deep Throat” quizá el más visto  de la historia del género. Linda fue la primera actriz que utilizó la técnica de los tragasables circenses para  engullir miembros masculinos, más largos que un subway de 15 cm. Y Steve Jobs apenas necesita presentación: fue uno de los empresarios más talentosos del siglo XX. Fundador de Apple. ¿Qué tienen en común? Ambos compartieron pantallas en nuestro país las últimas semanas. Cada uno con su propio biopic.


El único género cinematográfico que ha perdurado desde la fundación de Hollywood a nuestros días es el Biopic, apocope de película biográfica (Biography Picture). Es lógico, no hay historias más fascinantes que las que puede aportar la vida misma. Y para todo imperio, siempre serán prioritarios los modelos morales, las vidas ejemplares. Y aquí tenemos dos.

¿Es ejemplar la vida de Linda Lovelace? Desde la perspectiva moralina con la que está expuesta en la película, sí. Por supuesto. “Lovelace” es una película antipornográfica, dirigida por Rob Epstein y Jeffrey Friedman, con gran interpretación de Amanda Seyfried. La película cuenta con un casting lleno de personalidades fuertes y talentosas. La estructura es muy interesante, la película tiene una forma de tríptico, en la primera parte nos muestra la vida de Lovelace desde que conoce a Chuck Traynor hasta el estruendoso éxito de sus mamadas. Que no eran cualquier mamada.  En la segunda parte vemos el dark side del éxito. Lo que Lovelace relató en su autobiografía  Ordeal: the truth behind deep throat. Esto es, cómo fue llevada a esa vida por la manipulación sicológica y de violencia física que ejercía sobre ella su marido Chuck Traynor. En la última parte vemos la etapa del activismo antipornográfico de Linda Susan Boreman, ya despojada de aquella piel de lovelace (traga amor).

La versión cinematográfica omite algunas de las presuntas peores vejaciones que sufrió Lovelace en la vida real, por ejemplo la película zoofílica en la compartió créditos con un artista de cuatro patas y pocas pulgas. Como es una situación muy desagradable para la audiencia burguesa, lo omiten. Es entonces un Biopic light, pasteurizado. En la película se da a entender que Linda solo filmó una película pornográfica, cuando en realidad hizo muchas. Algunas ya separada de Chuck Traynor. Por qué la retórica de la película acentúa la conversión moral. Es decir del pecado mortal al arrepentimiento, y a la vida moral, con familia tradicional incluida. Moral según la entienden las buenas conciencias del protestantismo sajón.  Tiene un momento conmovedor y entrañable que vale el boleto. Cuando su padre le confiesa que ha visto su película.

Mientras Linda empleaba su deep throat, Steve Jobs no se andaba con mamadas. Estaba en pleno proceso de consolidación de Apple. Pero la película “Jobs” dirigida por Joshua Michael Stern (2013) es demasiado elíptica y mal estructurada para resultar buena. Quién no tenga ningún antecedente del genio franciscano, quedará en ayunas de mil detalles que apenas se apuntan y que nunca se explican o desarrollan: en el argot de guión le llamamos a esto, cabos sueltos. La película suelta demasiados de ellos. Por ejemplo, hay un mal manejo de personajes secundarios. Salvo dos de ellos, francamente todos los demás nos valen poco. Porque nadie nos los presenta. Según la película, Jobs los maltrata con su indiferencia, aún siendo sus amigos. Pero como no están desarrollados, el que Jobs los use y los tire, nos es plenamente indiferente. Durante una hora y fracción nos muestran a un Jobs que defiende furiosamente su independencia y autonomía, desconoce a una hija, desprecia a novias y amigos, etc. Luego de una elipsis aparece casado y con hijos mayores. WTF? Nada de Pixar, nada de su reconciliación con Microsoft, que fue fundamental para la resurrección de Apple, etcétera, etcétera. Muy pobre el guión. Mal diseñado. Una vida tan rica en circunstancias y anécdotas es difícil de sintetizar, pero ese es el arte del guión. No todo es malo. El papel de Ashton Kutcher es estupendo. Lástima de peli.

Algo del espíritu de Jobs si está en la película: su Ego colosal, un Ego tan grande que ni Linda lo hubiera podido tragar. Eso seguro. 

16 de Octubre 2013


Luis F. Gallardo   

lunes, 14 de octubre de 2013

El paciente interno: crónica de la mendicidad

EL PACIENTE INTERNO: crónica de la mendicidad.

Si nos propusiéramos describir la moderna estética del cine mexicano, tendríamos que arribar indiscutiblemente a la estética de lo grotesco. En ese sentido “El paciente interno” la Ópera Prima de Alejandro Solar, se inserta en la estilística de su tiempo. Se trata de un documental interesante, artístico —cámaras lentas descriptivas, melancólicas, ritmo semilento, música minimalista—, bien estructurado. Aunque me llama la atención, por el tema que trata, que sea una película de mínimo contenido político.



Es un documental sobre Carlos Castañeda, un hombre que atentó contra la vida del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Al parecer Carlos Castañeda no pertenecía a ningún grupo político, sino que asumió personalmente la venganza de la masacre de Tlatelolco, y como vengador solitario —como Travis Bickle— se lanzó, como el borras, en pos de la justicia, y por supuesto: fracasa. Le cae el estado encima. Se lo traga el Leviatán http://bit.ly/16cfXrV , —o el Ogro dizque “filantrópico” http://bit.ly/168JnD1 — lo mastica y lo escupe a la modernidad. Dejando a un pobre tipo que ya se ha perdido a sí mismo. Cómo afirmó el propio Alejandro, en el programa de Carmen Aristegui del jueves 3 de Octubre, se trata del Estado más represor del México contemporáneo (http://bit.ly/18ZiZir ).

Tras atentar contra uno de los presidentes más represores de la historia de México, a don Carlos le deben haber pasado cosas tan horripilantes, que no pueden expresarse ni con imágenes ni con palabras. Y no se expresan. En la película tampoco.

Del atentado en la película no se explica nada, salvo lo que ya escribimos en esta reseña. Tampoco hay un contexto. La película está centrada en los despojos actuales de Carlos Castañeda. En lo que dejó el Estado Mexicano de él. Y en ese sentido es más, una crónica de la mendicidad en la Ciudad de México, centrada sobre todo en esos individuos que están en situación de calle por insuperables problemas siquiátricos, como es el caso de don Carlos.

La visión del cineasta es un tanto lejana, científica, y en ocasiones también irónica. Es el sarcasmo propio de la estética de lo grotesco. Humor negro, que ameniza la película.

Pero hay un contrapunto espiritual, que supera la parte anecdótica y mundana de lo grotesco; y le da profundidad humana a la película. Don Carlos, alienado por el Estado, sometido a un cruel aislamiento —absoluto— por un periodo de 5 años, sujeto al capricho de sus captores, se encuentra en el punto de desesperanza en el que al ser humano sólo le queda una cosa en el mundo por hacer: orar. Don Carlos establece esa comunión mística con Dios, a través de la oración, y la conserva a pesar de todo, a pesar de las adversidades, y del mundo. Para los siquiatras se trata de un síntoma más de su trastorno mental.
Pero hay un testimonio bellísimo donde don Carlos nos cuenta como se comunica Dios con él. Una anécdota que me hizo recordar a don Miguel de Unamuno y sus experiencias místicas. 



Esta línea narrativa me conmovió mucho. Un ser humano que lo ha perdido todo, todo, todo, hasta su propio ser: conserva la voluntad de la oración. La comunión con Dios. La comunión más íntima, más interna, más paciente. La película vive su segunda semana en un puñado de salas de la ciudad. Vale la pena.


Luis F. Gallardo

13 de Octubre 2013    

viernes, 11 de octubre de 2013

FECHA DE CADUCIDAD PELICULA

Sin FECHA DE CADUCIDAD: perennidad del film noir

Hay una película mexicana en cartelera —todavía— que vale realmente la pena. Se llama “Fecha de Caducidad”, la Ópera Prima de Kenya Marqués http://fechadecaducidadpelicula.wordpress.com/. Me sorprendió gratamente: el primer valor que le encuentro es que se trata de una película mexicana entretenida. Que ya es decir mucho.  La historia está muy bien tramada, y con una realización impecable. Talentosa. La película narra tres historias trenzadas, cada historia agrega un giro sorpresivo al panorama general de la historia que la antecede y del conjunto. Es una obra compleja en el sentido narrativo. Pero amena al espectador. Hay un trabajo concentrado y meticuloso en la puesta en escena, y soberbias actuaciones de Damian Alcazar y de Marisol Centeno.

De izquierda a derecha: Marisol Centeno, Ana Ofelia Murguía, Kenya Marqués (directora), Damian Alcazar.

Para mi gusto Damian es el mejor actor mexicano de nuestro medio cinematográfico. El papel que tiene es difícil y lo trabaja con una sensibilidad extraordinaria. Me sorprendió mucho más el trabajo de Marisol Centeno, que como sabemos viene de las telenovelas, es aquella famosa niña de “Agujetas de color de rosa”. Bueno… tiene un papelazo. Y para conocedores, ojo con la escena del beso… es un trabajo de gran sensibilidad artística.  

La revista Proceso la calificó como una comedia macabra (http://www.proceso.com.mx/?p=351620). Pero en realidad la película está cifrada en código de film noir. El cine negro posee una capacidad seductora inusual. Ha aparecido en todas las patrias del mundo en las que se filman película, sin medrar cultura, nacionalidad, época, etc. Iniciando el siglo, el genial director coreano Chan-wook Park nos regaló esa joya fílmica que conocemos en occidente como Oldboy. En 2006 una película negra ganó el Oscar, se trata de Los infiltrados de Martín Scorsese, que indirectamente fue un premio al original hongkongués Infernal Affairs (“Asuntos infernales”) de Andew Lau y Alan Mark.

Es un género de vigencia permanente, que atrapa el pensamiento y la vocación creativa de directores de cine de todo el mundo. Al grado de que sería una labor imposible realizar un catálogo de películas del género que incluya todas las nacionalidades y todas las épocas.

El cine mexicano adora el género. En él se manejó impecablemente uno de los grandes cineastas nacionales de todos los tiempos, Roberto Gavaldón. Con los estupendos guiones ácidos, funestos, pesimistas, misantrópicos, de José Revueltas. Ahí están esas joyas fílmicas nacionales: “La otra”, “La noche avanza”, “En la palma de tu mano”, “La diosa arrodillada”, etc. En ese género se cifra otra notable película nacional, la mejor de Julio Bracho, “Distinto Amanecer”.

Esta fascinación por el cine negro es en realidad una fascinación por las aberraciones humanas. El género pone en vitrina lo peor del hombre[i]. El monstruo humano. Kenya Marques, con su ópera Prima, Fecha de Caducidad, acaba de añadir una pieza meritoria a este catálogo imaginario. A esta babel titánica, de piezas negras. Y la introdujo en la cinematografía nacional. La película todavía está en cartelera en las oscuras y recónditas salas del CINEMEX REFORMA, y también en la CINETECA NACIONAL.


Un último apunte. Me fascinan las escenas en los andenes del metro. La mejor que yo he visto está en la estupenda película “A shock to the system” de Jan Egleson, con Michael Caine, —otra que va al catálogo del cine negro—, ahora  agregamos “Fecha de caducidad” en esta lista atemporal, sin fecha de caducidad.    
Luis F. Gallardo
11 de Octubre 2013




[i] Al decir hombre me refiero al género humano en su conjunto, e incluye, por supuesto a la mujer. 

martes, 8 de octubre de 2013

"Heli" es un churro

Heli  y la potencia sexual

Pues tuve la oportunidad de ver Heli de Amat Escalante. Otro Dramamex. Otra película de la cruda realidad nacional. Si tomamos el conjunto de películas realizadas con las mismas premisas estéticas, podríamos apreciar que esta es la estilística de los años 10. La estilística de la desdramatización. Todo se ve en planos abiertos y a lo lejos. En objetivas. Todo es frío. Podríamos meter en este costal todas las películas de Julian Hernández, de Reygadas, de Michel Franco, la Miss Bala de Gerardo Naranjo, Los últimos cristeros de Matias Meyer  etc. Parece que las hacen con machote.

Pues así es todo en Heli. Lejano y poco importante. Pero a diferencia de las otras películas es un monumento de idioteces que se pasan por verdaderas, por la forma de la película, realista. Si no fuera por la estética, la película no valdría medio boleto. Si hay mérito en pasar por bueno un guión de quinta, Amat merece sobradamente la presea de Cannes. 



¿Cuál es la gran trama de Heli? Heli es el nombre propio del protagonista, un muchacho recién casado que trabaja en una armadora automotriz. Al principio de la película hace el amor con su esposa normalmente. Ojo, esto es muy importante, al principio de la película Heli le cumple muy bien a su mujer. Su hermana se involucra con un sardo que le roba unos paquetes de cocaína a un narco. Quizá unos diez kilos. O sea, miles de pesos. El poderosísimo narco oculta su mercancía en la cisterna de un predio abandonado, que cualquier hijo de vecina puede saquear. Ajá. Luego el sardo oculta los paquetes en casa de Heli. Heli descubre que los oculta y con gran indignación tira los diez kilos de cocaína en un ojo de agua. ¿Qué mexicano —o individuo— en su sano juicio haría eso? Cualquiera imaginaría que el propietario podría llegar por ellos en cualquier momento. Y que si es mercancía tan valiosa, el propietario no es un pobre diablo que pide las cosas por favor. ¡Chin, Sr. Narco, fíjese que tiré la mercancía por coraje con el novio de mi hermana! ¡Usted entiende! Ajá. En fin. Es completamente inverosímil. Por no decir idiota. O Heli es un idiota de peso completo. 

Ocurre lo obvio. Heli y su hermana son levantados. En México le llamamos levantón a un secuestro de narcos. A Heli le perdonan la vida —otro aspecto inverosímil— no sin antes darle una golpiza brutal. Heli vuelve a su casa. A partir de ese punto la trama se divide en dos. Su hermana continua desaparecida, entonces el espectador espera a que aparezca. Los minutos pasan. El otro conflicto es que Heli pierde la potencia sexual. Es decir, queda impotente. Así como lo oyen. Es como trama de cine de ficheras.  Y sufre. Obvio. ¡Imagínese usted! ¡Y recién casado! Además de su mujer y su hermana aparece otro personaje femenino, la MP que investiga su caso. Pues la MP se le ofrece descaradamente a Heli. Debía estar muy urgida la pobre, porque Heli no es precisamente un adonis. Es… un fiambre. Pero el fideo no puede. No funciona. Aquí el espectador sufre con Heli, lo del narco es lo de menos, el pobre no puede coger. ¿Recuperará Heli su potencia sexual? Pasan los minutos. 

Aparece su hermana, así de repente. Bien peinada y bien arreglada, pero en shock traumático. Seguro los narcos después de violarla brutalmente, la bañaron, la perfumaron, la peinaron, le compraron ropa, y le dieron para el pasaje. La película no termina aquí, ya que todavía no se resuelve el conflicto principal. Sí, exacto. Heli todavía no puede con aquellito. La hermana, que ha perdido el habla, le hace un croquis del cuartel donde estaba encerrada. Ella sabe el camino de memoria. Quizá los narcos le mostraron el croquis. Heli en plan vengador visita el cuartel, desarmado. Pero el único narco o sicario que se encuentra en el cuartel huye despavorido cuando el famélico Heli, —que debe pesar cincuenta kilos— irrumpe. Heli le da alcance y lo mata a golpes o lo asfixia. Alguna de dos, porque  la escena está tan lejos que quién sabe. 

¿Cómo termina la película? Adivinaron, Heli recargado le da una cogida de antología a su mujer.  Y de eso trata Heli. Una película que narra cómo supera la impotencia sexual un levantado por el narco. La venganza  contra el narco como un afrodisiaco sexual.

Como todas estas películas que hemos mencionado, tiene sus escenas aberrantes y escatológicas. Las escenas del tssss. Es parte del género. Mientras torturan al novio de la hermana, lo desnudan, le llenan el pene de gasolina y se lo incineran frente a cámara. Es una imagen pavorosa. Yo preferiría no haberla visto de manera tan explícita. Es mórbido y morboso al mismo tiempo. E innecesario, totalmente. “Huele a camarón quemado” dice uno de los sicarios. 

Y esto enviaron nuestros académicos al Oscar, un pene quemado. Qué pena.

Lo peor. Los Europeos premian este cine autista. Antidramático. Estático. Inútil y falto por completo de contenido. Porque este cine no dice nada de nada. Nada importante al menos. Pero los entiendo, ver a un hombre vivo que grita horriblemente mientras su pene se calcina, no se ve todos los días. Sólo en el dramamex. ¡Qué grueso! Sin albur. 

P.D.
Mi buen amigo, Heriberto Mojica, disidente de mis opiniones, entrevistó a Amat Escalante para Variopinto. es interesante la entrevista.
http://www.revistavariopinto.com/nota.php?id=280#&panel1-1   

Luis F. Gallardo

5 de octubre de 2013

"My blueberry nights": Alta repostería cinematográfica

“My blueberry nights”: Alta repostería cinematográfica.

Para Bolivar Huerta y sus laberintos

The stories have all been told before
The story
Norah Jones



Once I wanted to be the greatest
No wind or waterfall could stall me


And then came the rush of the flood
The stars at night turned deep to dust
Melt me down
into big black armour
Leave no traceOf grace
Just in your honour
[1]
The Greatest
Cat Power




El título del noveno largometraje del cineasta chino Won Kar Wai —formado como cineasta en la colonia inglesa de Hong Kong— “My blueberry nigths” adolece en su forma original de una riqueza polisémica, disuelta/perdida y pérdida de la rotulación nacional “Mis noches púrpuras”. El blueberry es una baya, mejor conocida como la mora azul —o el arándano— utilizada de formas muy diversas en la postrería y en la repostería internacional; por tanto “mis noches —no son solamente— púrpuras”: también son mis noches de pie, mis noches de postre, mis noches de café, mis noches de mora azul: y en este menú de múltiples acepciones se ponen en juego los sabores, los olores, la atmósfera, los estados de ánimo y la compañía del otro, contigüo: el café como un sitio arquetípico de exploración de nuestras soledades, y puente inexorable de encuentros; preámbulo del flechador niño alado/epitafio de su forma cancerígena, patológica.


Se trata de un itinerario de las rutas del amor. La ruta que se abre a una autopista al infinito o la que se trunca en un callejón sin salida: la que permanece en el mismo lado de la banqueta o la que se atreve a cruzar la acera. La película explora las diversas rutas del amor —obsesión temática de Jiawei Wang—, trazada en un juego estructural de complejidad narrativa —desatendida por la crítica especializada— en donde los personajes femeninos y masculinos parecen representar tipos universales que podrían extrapolarse, intercambiarse —quizás vuelvan sobre los mismos pasos en una hipérbole hipotética, más allá de los límites fílmico planteados— pero sin resultar flat characters (E.M.Forster, Aspects of the Novel, 1927) pues tienen la notable capacidad de contemplarse y compararse para evolucionar individualmente. La película traza una espiral ascendente narrativotemporal, de forma elíptica, que vuelve al mismo punto del que partió en un nivel superior de conocimiento.

Se trata de un arcón narrativo mise en abyme, planteado a través de juegos de llaves, perdidos/olvidados/abandonados compilados en un bote traslucido, que representan historias —inventadas/fingidas/posibles/vividas— quizá ya contadas porque the stories have all been told before, donde las llaves no solo representan una historia acabada, una cerradura: también representan la posibilidad de abrir una puerta.

Las historias no relatadas, las que presenciamos interpretadas por los personajes en la película, son de una simplicidad abrumadora: Elizabeth es la novia reemplazada y desechada, la película consiste en la superación del duelo de su amor traicionado; sustituida/dejada/rota endulza la amargura de su desamor con un blueberry pie y entretiene el dolor con los relatos de desamor que le cuenta Jeremy/Scheherezade. Las propias llaves que ha dejado en prenda de su desencanto se asemejan a otras tantas llaves. Así como el sultán Shahriar termina por enamorarse de Scheherezade, la relación entre el cuentista y la espectadora formará un vínculo de amor. Pero será una flecha que recorrerá toda la espiral elíptica que mencionamos.

Elizabeth se va a Memphis con el claro objetivo de comprar un automóvil. Trabajará doble jornada, diurna y nocturna, como mesera de un restorán de fast food y de un bar nocturno: ahí testifica la historia de Arnie (my alcoholic nigths) quién bebe para olvidar a su bellísima esposa Sue Lynne, quién por desgracia no es fantasma ni sombra: su presencia permanente le vuelve insoportable la vida. Esta ahí, a la mano, inalcanzable. Una noche Arnie se da cuenta de que jamás podrá superar la separación y —así parece— se mata en su automóvil. Sue Lynne, queda libre de la pasión enfermiza de Arnie, pero encadenada a su culpa, a su memoria, a su fantasma: “El amor es corona y ornamento; pero también crucifijo” (Gibran, El profeta, 1923). Semejante a aquella hermosa pastora Marcela —por cuyo desamor pierde la vida Grisóstomo— quien afirma que no “por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama” pues “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad” (Cervantes, Quijote, 1605). The stories have all been told before.

Elizabeth, prófuga, sigue en comunicación con Jeremy a través de envíos postales que narran/comentan/acotan estos relatos de amor. Los espectadores compartimos estos comentarios a través de un off que nos permite ingresar a la bitácora mental de Elizabeth. Personaje principal que en su viaje se ha convertido en un narrador testigo, en un personaje suplementario.

En algún casino del Estado de Nevada, conoce a Leslie “un ser vigorosamente plantado en la tierra” (Bonfil, Jornada, 2008/04/13)[2], cuya adicción al juego preconiza un permanente y telúrico estado de crisis. En una partida (my pokar nigths) la jugadora compulsiva pierde todo su dinero: “la persona que entra en ese camino es como si se deslizara en un trineo por una montaña cubierta de nieve, cada vez más de prisa” (Dostoievski, El jugador, 1865). Resulta obvio para los espectadores, y para la propia apostadora, que la mesa de juego esta arreglada: le permiten ganar para limpiarla después. Pese a esta obviedad, la jugadora esta cegada por el velo del vicio, pide dinero a Elizabeth y para convencerla le ofrece en prenda su flamante automóvil.

El vehículo de motor, que la mesera desea, simboliza su declaración de independencia; hay una relación simbiótica, metafórica, entre los transportes y los personajes: Arnie muere en su automóvil; para Elizabeth representa la liberación definitiva; para Leslie el último nexo con la única persona que la amó, aunque de forma enfermiza: su padre. Al apostar su auto y perderlo, transfiere a su acreedora una parte de su libertad e independencia.

Al viajar a las Vegas, en búsqueda de recursos económicos, Leslie se enfrenta con la muerte de su padre, propietario del auto que ella ha ofrecido en pago. Esta relación fraternal resulta una historia de amor enfermizo —en esta caso filial— que tiene como base el chantaje, el engaño y una sádica flagelación moral que se infringen los amantes: sentido destructivo que culmina con la muerte del más fuerte: lo que implica su triunfo definitivo y el castigo supremo para el sobreviviente. Para la jugadora, el mundo parece tirar hacia abajo con fuerza desmedida: el sentimiento de orfandad, derrota y soledad que la abraza la vuelcan a aferrarse al objeto simbólico que le ofrece seguridad, independencia y libertad, su automóvil: símbolo idealizado de paternidad. Pero el sacrificio de Elizabeth tiene su recompensa, en cumplimiento a su promesa Leslie le compra el vehículo anhelado. Se despiden conduciendo a alta velocidad sobre la autopista en dos carriles que se bifurcan, donde cada una ya es dueña de su propia libertad.

Elizabeth cierra la espiral elíptica al regresar a Nueva York, donde la espera Jeremy. Visita plácidamente aquella esquina, símbolo de la traición hiriente, que antes le oprimía el corazón; atraviesa las puertas del café. Todo ha cambiado. Jeremy se ha desecho del bote de llaves: quiere forjar ahora su propia trama. En un sublime flash back, de tiempo indefinido, se examina así misma —plano cerrado, inserto, que muestra solamente su mano indecisa sobre el picaporte— para afirmar que no quiere ser nuevamente aquella mujer: ya es otra. El postre final es un beso de amor. Bellísimo plano cenital donde los rostros, recostados en sentido opuesto, se encadenan. Un beso, principio y fin.

Visión crítica sobre las relaciones amorosas, con una nota de esperanza, a contrapelo de la tendencia internacional con discursos sombríos y pesimistas como el de los “Párpados Azules” (Contreras, MX:07) o “Den Brysomme Mannen” (La frialdad de la vida moderna) (Lien, NO:06) que cuestionan incluso la posibilidad fáctica de una comunión existencial.

Como todos los grandes artistas, los que llamamos clásicos, WKW es poseedor de una poética, que integra en un deslumbrante juego formal, sensualista; en un estilo único y personal que se depura a cada película, una pasión temática, discursiva, cuyo eje es la capacidad solidaria, amorosa, del hombre contemporáneo: just in your honour.




[1] Una vez quise ser la más grande // ni el viento ni las cascadas podrían detenerme // Pero luego vino inesperadamente la inundación // las estrellas en la noche profunda se hicieron polvo // Derretido caigo //dentro de la enorme armadura negra // sin dejar restos // de gracia // solo en tu honor. The Greatest, Cat Power, (Fragmento). Traducción Luis F. Gallardo.
[2] Carlos Bonfil, “Noches Púrpuras”, La Jornada 2008/04/13. Link: http://www.jornada.unam.mx/2008/04/13/index.php?section=opinion&article=a09a1esp

viernes, 4 de octubre de 2013

"No se aceptan devoluciones" en su justo valor

“No se aceptan devoluciones” en su justo valor
Estas líneas son una reflexión sobre la película de Eugenio Derbez, motivadas por una presunta crítica de cine, que tuve la mala suerte de leer, de un sujeto que se ostenta como “El Fett” (desde mi punto de vista, una persona que no da la cara para sostener su opinión no merece atención), y que no es tal reseña, sino una colección de improperios y descalificativos sin estructura, como los twitter de un troll desbocado. Y además con un pésimo español, digno de un niño de kinder.  Aquí el link de la bazofia: http://bit.ly/1eRy9Le.
He escuchado también malos comentarios de colegas, algunos que no han visto la película. Y el problema no es la película sino Eugenio Derbez, su carrera como comediante en Televisa. La empresa de las narcocamionetas. El medio cultural —snob siempre— detesta a la televisora, y todo lo que representa, Laura Bozzo, las telenovelas, el noticiero más tendencioso del país, etcétera, etcétera. No obstante una inmensa mayoría del  país adora las telenovelas, y últimamente sus series malas. Cultura popular.
Entonces hay un mal avenimiento. Si se considera al cine un fenómeno de alta cultura, lo único que puede aportarle una figura de la televisión es vulgaridad. Esta es la reflexión snob. Pero lo que ocurrió es que ese pueblo mexicano que adora las telenovelas —y que se cuenta por millones— se abalanzó a la taquilla. Es muy posible que la película alcance una audiencia histórica que abarque al 10 por ciento de la población. Al último fin de semana casi 9 millones de mexicanos habían pagado boleto para verla en las salas de cine, alcanzando una recaudación de 360 mil millones de pesos. http://bit.ly/19Qi1CH
Una película con esta recaudación —aún bajo el supuesto de que fuese mala— tiene algo. Descalificarla per se, es absurdo. Me distanciaré del punto de vista snob y de los antecedentes televisos de Eugenio Derbez, y también del fenómeno de taquilla, para hacer una valoración analítica de la película, con herramientas de la teoría cinematográfica.


El libreto sigue una fórmula –o una estructura argumental— probada por generaciones, que tiene su origen en “El Chico” de Charlie Chaplin, donde Charlot, un pobre diablo, encuentra un bebé abandonado en los basureros neoyorkinos. Lo cría por años, la relación entre ambos se vuelve entrañable, hasta que se reencuentran con la madre, quién —legal pero injustamente— le arrebata el niño. En este punto argumental la historia provoca llanto, es el tipo clásico de melodrama lacrimógeno. En el cine mexicano los comediantes nacionales del llamado periodo dorado, y posteriores, hicieron algún remake o ensayaron alguna variación del modelo americano (“El globero” 1961 de Clavillazo o “Pobre huerfanita” 1955 de Resortes, entre otras). La película de Eugenio Derbez tiene variaciones interesantes sobre la misma fórmula. Por ejemplo el final sorpresivo. Pero el uso del modelo asienta su película en una larga tradición melodramática, también nacional. El cine mexicano ha utilizado mucho la figura del niño acartonado para construir el melodrama lacrimógeno, es decir, para manipular emocionalmente al espectador. Desde “Madre Querida” de Juan Orol, pasando por la “Pueblerina” del Indio Fernández, o el “Torito” cuya muerte quizá sea la más llorada de la historia del cine nacional (luego imitada por Hollywood en su “Gone with the Wind”).  Este tipo de fórmula es muy eficaz desde el punto de vista comercial.  
La gracia de un buen guión cinematográfico, basado en una vieja fórmula, es presentarla con nuevas ropas, de tal forma que parezca original. Y en la película del comediante se da está reelaboración afortunada. Los personajes se actualizan, son muy contemporáneos. Las situaciones son verosímiles.
En cuanto a la puesta en escena, Derbez trabajo un naturalismo telenovelero, lo personajes acapulqueños hablan como chilangos de la condesa. Pero ese es el modelo actual televisivo. Y un pecado desde la perspectiva intelectual. Pero cabe destacar que la regionalización idiolectal es anticuada, parece de otra época: como el sonsonete de Pedro Infante, en “Nosotros los pobres” o de Thalía, en “Marimar”.  Por supuesto, para el mercado extranjero esta regionalización es intrascendente.
 Este argumento se arropa con altos valores de producción —excelente diseño de producción y fotografía—, actuaciones aceptables y mucha frescura y creatividad en la puesta en escena. Lo que hace que la película —a ojos del espectador nacional— parezca más gringa que nacional (es triste decirlo).
Donde cojea la película es en la técnica cinematográfica, propiamente dicha. Derbez, en una entrevista que le dio a Adela Micha el 19 de Septiembre de 2013, habla sobre su experiencia como director, (http://www.youtube.com/watch?v=4WEyjeRSjx8 Min. 38:28) de donde destacamos dos elementos: le da gran importancia a la dirección de actores, (que la tiene por supuesto) y crítica a los que “nada más me dicen, párate, siéntate y te sales, que son directores de tráfico” Min. 39:00. En donde muestra su ignorancia en torno al oficio cinematográfico.  
Pero su experiencia televisiva, y el lenguaje propio de la televisión le bastan para hacer eficaz el discurso fílmico. En pocas palabras hay una apropiación total de la estilística televisiva, trasladada al cine, que en este caso específico funciona. Aunque puede chocar a los cinéfilos de alta costura. Podemos notar el lenguaje televisivo en la poca calidad de los efectos digitalizados, que vemos al final, propios del discurso televisivo de bajo presupuesto. Pero dentro de esta maraña televisual, aparecen algunos elementos creativos, fílmicos, interesantes. Por ejemplo la metáfora del lobo feroz, y los breves momentos en stop motion, que le dan a la película un aire feérico.
En conclusión, la película no es el bodrio que nos pinta el cretino de “El fett”, ni tampoco la obra maestra del cine mexicano según el propio Derbez. Simplemente es una buena película comercial, hecha a detalle y con profesionalismo bien entendido. Coherente con la tradición cinematográfica nacional. Quizá demasiado cursi, para mi diabético gusto. Para ser una pieza fílmica, de valía, de arte, trascendente, le falta densidad temática, y técnica cinematográfica. Lo que si tiene “La vida es bella” de Benigni, modelo referido por Derbez en la entrevista citada. Hasta aquí el análisis.
Desde la perspectiva comercial es una gran película. Hay que sentarse a entender que hizo bien, y empezar a tejer sobre esas bases, pensando en una reactivación del cine industrial, comercial, mexicano. La apertura del mercado interno, es decir, del mercado nacional, llevando masivamente paisanos a las salas de cine, debe seguirse cultivando, con sumo cuidado, para que ese mercado se estabilice. La apertura del mercado externo, el de E. U. es formidable. Es un mercado muy grande y jugoso que debiéramos cuidar tanto o más que el nacional. Si conseguimos repetir suficientes veces esta experiencia podríamos consolidar nuevamente un periodo industrial que abriría paso también a la producción artística. Quizá termine por fin la fastidiosa época el cine de autor, que luce en los festivales europeos, pero que ningún mexicano paga por ver, Heli por ejemplo.
Finalmente decir que la película de Eugenio Derbez  no tenía posibilidades de ser nominada para el Oscar a mejor película extranjera. Es cierto que es una película que cumple mejor las características de la famosa premiación, que la que eligió insólitamente la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, Heli de Amat Escalante (de ella hablaremos pronto). La del comediante cuenta con la taquilla, aspecto que los gringos valoran demasiado, con razón. Pero de todas formas no la hubieran nominado. Porque tiene un defecto enorme, su aspecto político. Aunque Derbez lo ignora, o lo minimiza, (“Eso no es el tema de la película, de hecho es una cosita que casi ni se toca” Min. 44:00) todo discurso tiene un aspecto político y el suyo lo tiene de sobra.
Derbez nos cuenta, implícitamente, la historia de un migrante mexicano ilegal que alcanza el sueño americano, y lo alcanza además sin aprender el idioma inglés (esto es como una patada en los destos para la derecha gringa). En la propia película vemos a un pollero, que es buena onda, buena gente. Este tipo de modelos o tipos, son totalmente antiamericanos, y atentan por completo contra las creencias de la clase política y la moralina de los gringos. Y por esta razón difícilmente iba a ganar. Pues es sabido que este premio a mejor película extranjera, también lanza mensajes políticos. Y los gazmoños de la Academia no van a lanzar ese mensaje político. La muralla entre nuestras naciones no está alzada sólo físicamente sino también cultural y psíquicamente. Así lo muestra el académico Samuel Huntington, como tantos gringos, feroz enemigo de la migración mexicana:
"¿El sueño americano? Existe, es realista y cualquiera de nosotros puede compartirlo". No es cierto. No existe tal sueño americano ("Americano" dream). Sólo hay un œúnico sueño americano (American dream), creado por una sociedad angloprotestante. Los mexicanoamericanos compartirán ese sueño y esa sociedad sólo si sueñan en inglés.

Huntington, Samuel.
El desafío hispano

Luis F. Gallardo

02/Oct/2013