miércoles, 13 de junio de 2018

Toni Kuhn hechicero de la imagen


Toni Kuhn, hechicero de la imagen

Luis Fernando Gallardo León
7 de Junio de 2018

Ayer, en la entrega número 60 de los arieles, se le rindió homenaje al director de fotografía Toni Kuhn. Pero ¿Quién es Toni Kuhn? Yo tampoco sé quién es, así que haga lo mismo que yo, vaya a Google. Pero… aunque no sepa quién es, si conozco sus trabajos de foto de hace tiempo.  



Hace muchos años, en 1997 aproximadamente vi en la sala de proyecciones del CUEC, que nosotros llamábamos la “Caballo Rojas” -creo que fue Fernando Eimbcke el que le dio ese nombre, saliendo de la sana tradición de sobrenombres de revolucionarios famosos, para los espacios universitarios- una película muy peculiar, llamada Crates. Un hombre de clase media alta, de nombre Crates, regala todas sus cosas y quema su casa, y se lanza a vivir a la calle, como Diógenes el Cínico. Obviamente Crates es un apócope de Sócrates (como dato curioso vale decir que Sócrates de Rosellini es del mismo año de Crates, de 1970), pero el personaje no es socrático, ni de cerca. Pero sí se trata de un juego de palabras inteligente, porque de hecho Platón le puso un sobrenombre a Diógenes, le decía “Sócrates Delirante”.



Y ese es Crates, que se vuelve una especie de asceta, que encuentra todo lo que necesita para vivir, en la basura, o sea en lo que desperdician los seres humanos y en la naturaleza. Al terminar la función supe que la película había sido dirigida por mi maestro Alfredo Joskowicz, que en ese momento también era director del CUEC.



Pero lo que llamó más poderosamente mi atención fue la fotografía. Una poderosa fotografía en blanco y negro. Tuve que preguntar de quién era la fotografía, pues no se leía bien en los créditos, por su diseño: Toni Kuhn, me contestaron. Pues vaya, que buen fotógrafo, pensé. ¿Y qué más ha hecho Toni Kuhn, pregunté? Y alguien con sorna me dijo: nada. Lo que es la mala leche. Toni se dedicó más al cine documental. Y en ese punto, no sabía yo que también había fotografiado Retorno a Aztlán (Juan Mora Cattlet, 1990), otra película que me encanta.


  
Porque “Crates” me encanta. Incluso hoy día conserva el encanto de la autenticidad. Es un relato honesto, de la forma en que Alfredo Joskowicz y Leobardo López Aretche, el actor principal, veían el mundo: es pues un discurso lírico. Un discurso surgido de las convicciones juveniles, una propuesta anticonsumista y contracultural. Una narrativa muy moderna, muy influida por la nueva ola francesa, y sobre todo por Godard, y las teorías de filmar la vida espontáneamente: en muchas escenas el actor es lanzado a las calles a interactuar con las personas, mientras la cámara escondida muestra estas interacciones. Gran cantidad de tomas documentales, donde el actor convive incluso con verdadera gente en situación de calle.  

Debo confesar que el planteamiento me hizo reír un poco. Esta llena de metáforas religiosas, y el basurero es retratado como si fuera el edén, una vuelta al paraíso original entre montañas de pete, papel del baño, y otros desperdicios, así como restos de comida, por supuesto. Para comer, basta con que Crates hurgue un poco entre la basura; equivalente a Adán que solo estira la mano para ser alimentado en Paraíso. Digamos que hay un grado de ingenuidad en el discurso que tiene su lado simpático. Por otro lado, es cierto que desperdiciamos comida en buen estado todo el tiempo, ese es un tema muy importante en la actualidad, y esta muy bien tocado en la animación de Vecinos invasores (2005, de Tim Johnson y Karey Kirkpatrick), donde se muestra lo cretinos que somos frente a la comida. 



Así que lejos de envejecer, estas ideas de Crates siguen siendo enormemente vigentes, e incluso cobran fuerza en la moderna sociedad de consumo. Sabemos qué en efecto, se puede vivir de la basura perfectamente, no solo una vida saludable, sino larga y hasta opulenta.  No es extraño entonces que la película este cobrando nueva fuerza.  

Desde hace un par de años he sido sorprendido por alumnos de cine, que la citan. Que la ponen en sus listas de películas favoritas. Me cuesta trabajo entender cómo ve un millennial Crates. Pero hay algo seguro, uno se enamora de la fotografía de Toni Kuhn.

El espectador común entiende poco, o ni siquiera se da cuenta, de como es influido o seducido por los hechizos de la fotografía. Y un fotógrafo que enamora, es un fotógrafo que hace amarres estéticos y te liga a una película de una vez y para siempre. Es un hechizo permanente. Y ese es Toni Kuhn, un gran hechicero de la fotografía. Más que merecido su Ariel de Oro.

ADENDA

Para mi sorpresa Crates esta en youtube, en la siguiente liga: https://www.youtube.com/watch?v=hTZVMtZps2o   



Que la película pueda verse en línea es una muestra más de su vigencia. La verdad jamás pensé que la volvería a ver. Pero la calidad de esta copia es muy mala. En primer lugar es obvio que está grabada con una cámara de video directamente de una proyección. Lo que se llamaba en su tiempo telecine. Con lo que pierde completamente contraste y valores visuales. Y además está subida a 240 p. Así la foto no luce. Y de verdad que es imponente la fotografía si ven la película como yo la vi, proyectada en cine.
Por eso deben ir a ver en la cineteca, en pantalla grande, Sueño en otro idioma, cuyo notable trabajo de fotografía también ganó ayer el Ariel, lo ganó su fotógrafo Tonatiuh Martínez, otro de esos hechiceros de la luz, y uno poderoso. Siempre que puedan vean las películas en el cine. Es una experiencia diferente y siempre mejor.   

lunes, 2 de abril de 2018

Influencia de Nietzsche sobre “2001: A Space Odissey” de Stanley Kubrick


La Odisea de la Humanidad (Texto completo)
Influencia de Nietzsche sobre “2001: A Space Odissey” de Stanley Kubrick

«¡Oh, hermanos míos!, acerca de lo que son las estrellas y el porvenir ha habido hasta ahora tan sólo ilusiones, pero no saber…»
Nietzsche, “Así hablaba Zaratustra”

Este trabajo sustenta una hipótesis sencilla de enunciar pero difícil de demostrar: que la película “2001: A Space Odissey”[1] (1968) de Stanley Kubrick adolece de una gran influencia del libro “Así hablaba Zaratustra”[2] de Friedrich Nietzsche; mayor incluso que la influencia que podría tener sobre ella el famoso libreto elaborado por el director y Arthur C. Clarke; y mucho más que la propia novela publicada tiempo después.  


De hecho novela y película se diferencian esencialmente en este punto. En mi opinión la película está fuertemente influenciada por el libro del filósofo alemán; mientras que la novela es un ejemplo notable de ciencia ficción dura como fue fundamentada por Jhon W. Campbell, pero nada más. La película tiene este fundamento, por supuesto, pero va más allá de él. 



Hay un hecho óntico sustancial en ello y es la naturaleza propia del ente cinematográfico. La película —toda película— es un palimsesto de lenguajes. Entre libreto y película hay un complejo proceso de traducción; mientras el libreto es una obra literaria necesariamente transitoria y efímera, no pública, rara vez publicada en su verdadera integridad; la película es una obra cinematográfica con toda su multidimensionalidad audiovisual, con su palimsesto de lenguajes.

Por lo tanto, en la traducción de un libreto a una obra cinematográfica, se da la transmutación de una obra en otra muy diferente: tan diferentes son —libreto y película— como lo es un mapa del territorio que simboliza. Un hecho muy conocido es que el mismo libreto de una película ya filmada —ergo traducida— traducida/filmada por un director distinto culmina con una película totalmente diferente[3]. Las claves para entender la influencia de “Zaratustra” sobre la película de Kubrick se encuentran sedimentadas en ese palimsesto de lenguajes. 

La importancia de “2001” apenas puede exagerarse. La película es un hito fílmico, una revolución visual. Antes de 1968 no existía una concepción visual democratizada del espacio. La representación del espacio era muy diferente, al espectador moderno le parecería muy falsa o al menos completamente escénica. Por ejemplo entre las estrellas, en muchas películas, en los viajes planetarios, siempre se extendía un polvo muy poco cósmico, diamantina ordinaria, lo que actualmente nos da una sensación completamente teatralizada de dicho espacio. En “2001” el espectador —el ser humano— observa por primera vez el espacio como al parecer es. Si no es así en verdad, de cualquier modo la película establece la representación moderna del espacio, la representación fílmica moderna del espacio[4]

Esto no podría haberse logrado técnicamente de no haber existido la NASA (National Aeronautics and Space Administration), y por lo tanto la película debe considerarse como una de las obras artísticas más destacadas en el contexto de la carrera espacial, y a su vez en el contexto de la Guerra Fría

La película fue/es un arma ideológica en dicho contexto. Manifestó la superioridad técnica y tecnológica de los norteamericanos en materia espacial. La película es —aún hoy día— más convincente sobre la conquista del espacio, que la verdadera llegada del hombre a la luna, lo que aconteció un año después de que la película se estrenará. La película antecedió por mucho a la realidad y brindó un imaginario —que es al mismo tiempo lenguaje visual— de un hecho que ocurrió poco después[5].



En resumen, una obra maestra del séptimo arte, por técnica, por estética, por historia, etcétera. Ahora bien, ¿De qué trata la película? Es esta una de las grandes cuestiones a debate cuando se habla de “2001”. Lamento decirle al lector que esta pregunta no tiene una respuesta única, ni la propia película permite una vía única de interpretación. A diferencia de la novela que es muy clara y muy sencilla en su argumentación. En nuestra opinión Zaratustra es una clave importante.

Es una película que tiene cuatro partes claramente definidas, incluso delimitadas con intertítulos y transiciones rotundas[6]. Los espectadores que la vieron por primera vez, además de subyugarse por la belleza plástica y artística innegable, y en gran formato, en CINERAMA, centraba su atención casi completamente en la tercera parte, la que es narrativamente más ortodoxa, con alta dosis de tensión y suspenso. Cuando la gente platicaba la película podía escucharse algo así: “una computadora enloquece y comienza a asesinar a la tripulación de una misión a Júpiter”. También había un sentimiento unánime en que la última parte era incomprensible. Ninguna referencia a las otras dos partes. Esa primera vista de la película no ha cambiado con el paso del tiempo. Cuando revisamos esta película en clase, aún habiéndola visto ex profeso para estudiarla, mis alumnos apenas pueden recordar y citar la segunda parte.
         
Evidentemente las cuatro partes son importantes en la búsqueda del significado de la película. Para encontrar este significado hay diversas técnicas narratológicas y metodológicas. Lo que define en términos generales el significado de un relato es la trayectoria del personaje principal, central o protagónico. Esta trayectoria se define de muchas maneras según la teoría narrativa que prefiera. La clave es encontrar al personaje: pero también hay que hacer una aclaración muy importante personaje no es persona, no lo es en el sentido humano (cualquier animal, planta o cosa puede ser un personaje) pero tampoco en el sentido singular. Hay personajes colectivos, duales y abstractos.  Por ejemplo: en un documental sobre la cienciología, el personaje es el tema: la cienciología. Por otra parte, para que esta trayectoria cree significado —o isotopía —el personaje debe transitar el relato de principio a fin. 

Entonces viene la gran pregunta: ¿Cuál es el personaje principal de “2001”?  Bowman queda descartado porque solo aparece en la tercera y cuarta parte de la película; en la primera parte, el relato es sobre un grupo de primates homínidos; la segunda parte es sobre la visita del Dr. Floyd Heywood R. a la estación colonia “Clavius” en la Luna. ¿Cuál podríamos decir que es el personaje que unifica a todas las partes? El monolito aparece de principio a fin. Pero ¿Es el monolito un personaje? Yo creo que no. Aún aceptando la conjetura de que lo fuera sería un personaje pasivo, un pivote o detonador, y no un personaje principal. Considerando que no existe plenamente una equivalencia entre persona y personaje, si no se puede señalar a un personaje persona se trata de un personaje de otro tipo. ¿Pero de qué tipo? ¿Qué los identifica a todos? A los primates homínidos, al Dr. Floyd y a David Bowman el astronauta. Una pista sobre la esencia que los unifica puede hallarse si se consideran sus personajes antagónicos. ¿Cuál es esa esencia de cada uno que antagoniza con el monlito que según la novela de Arthur C. Clarke no es meramente extra terrestre sino extra solar? ¿Cuál es esa esencia qué antagoniza con las computadoras y con el cosmos? Solo hay una característica que los unifica a todos: son humanos. Se trata de un tipo de personaje abstracto o temático: la humanidad. Lo que es un indicio muy claro de que no es una película que haya que analizar literalmente, sino que tiene una estructura simbólica.

Ahora bien, una vez hallado el personaje principal, el sujeto del relato, ¿Qué se predica de él? ¿Qué nos dice “2001” de la humanidad, o sea del personaje? No voy a considerar para el análisis de este punto, ni la novela de Clarke, ni el guión. Voy a apegarme estrictamente a la película. Tracemos la trayectoria de este personaje.  

La película inicia con una bellísima secuencia de créditos, donde vemos en alineación[7], la luna que se desplaza hacía la parte baja del encuadre a cierta velocidad, dejando ver poco después el cuerno de luz de la tierra que se ilumina a contraluz del sol que se va develando detrás. Y suena el preludio del gran Poema Sinfónico de Richard Strauss: “Also Sprach Zaratustra” su opus 30. Ni más ni menos. 



Pieza que además se transforma en el tema de la película, es decir, la musica con la que la película es identificada. Enseguida el capítulo “El amanecer del Hombre” y la historia de los homínidos. 



Demos un salto al final de la película. Termina cuando Dave Bowman, tras una estancia desconcertante en una habitación extrañísima, parece desfallecer de viejo en la cama frente al monolito; de repente es como un bebé en una esfera placentaria traslucida, atraviesa nuevamente la puerta dimensional y aparece flotando junto a la tierra y la luna. A este ente Clarke le llama el hijo de las estrellas pero en la película Kubrick no le da ningún nombre. La escena final, la escena cumbre, podemos ver su rostro: no es realmente un bebé, pues tiene una mirada penetrante e inteligente, ni es humano tampoco, aunque si humanoide. Al tiempo que pasa todo esto, se vuelve a escuchar la obertura del Poema Sinfónico “Also Sprach Zaratustra”.  

Aquí se puede ver el final: https://www.youtube.com/watch?v=AXS8P0HksQo  
La humanidad sigue entonces una trayectoria que empieza en la tierra con nuestros ancestros primates y termina en el espacio exterior contiguo a la tierra, transformado en algún tipo de ente humanoide. En la película siempre parece un bebé, a diferencia de la novela que le llama criatura y posteriormente ente y que pudiera haber adoptado cualquier forma visual, un prisma de luz, una esfera, o un punto luminoso (la novela, aunque insinúa la metáfora de un nuevo nacimiento, y le llama criatura en un principio, no señala una forma específica para el ente). ¿Por qué conservar esta forma infantil humanoide, en la película? La respuesta sólo puede encontrarse apelando a una estructura simbólica.

Para empezar es importante establecer de qué humanidad habla Kubrick específicamente. En otras palabras ¿Cómo es ser humano en “2001”? El hecho de que inicie con los primates homínidos y pasé de ellos a la era espacial, indica que en principio no se trata de hijos de dios. No hay un origen divino, un génesis. Son humanos forjados por fuerzas naturales. Humanos darwinianos podríamos decir. Los seres humanos ya no somos aquellos primates, pero indudablemente tenemos un origen animal.

Para Nietzsche el ser humano está un paso, un escalón por encima de ese animal, y por consecuencia ¿Podría haber un paso que esté por delante o por encima del ser humano?  Como es muy sabido Nietzsche plantea la noción +del superhombre: 
 «“¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.”» [8] (Nietzsche:150)[9]      

Pero hay que entender la noción de superhombre en Nietzsche metafóricamente y no literalmente. No es evolucionista, ni mucho menos, en el sentido natural. Para Nietzsche en realidad no se trata de un ser humano evolucionado naturalmente, sino de un nuevo ser humano en el sentido moral. Es el hombre sin dios, que es capaz de forjar una nueva moral y nuevos valores. No es evolución natural sino evolución moral.

El gran teórico Rüdiger Safranski[10] explica así las ideas de Nietszche: 

«Encontramos primero [en la existencia humana] una disidencia fundamental, una falta de concordancia del hombre con su mundo, lo cual guarda relación con el despertar de la conciencia. Pues la conciencia divide, es la división originaria. El sí mismo y el mundo dejan de ser obvios, y de ahí surge la necesidad de afirmación y valoración explícita.» (Safranski:222)
En otras palabras el ser humano es consciente del mundo y se pregunta: ¿Por qué soy? ¿Por qué las cosas son lo que son? Pero sobre todo ¿Para qué soy, para qué el todo?

«En la historia occidental, desde Platón hasta el cristianismo —Nietzsche llama al cristianismo “platonismo para el pueblo”—esa valoración se ha hecho con ayuda del cielo de las ideas y del Dios cristiano. El mundo recibió su valor como imagen de las ideas o como creación. El hombre aprendió a amarse, no por mor de sí mismo, sino por mor de la idea o de Dios. Este rodeo a través de Dios o de la idea es para Nietzsche un invento genial. Se produjo una mediación consigo a través de rodeos, pues de otra manera el hombre no se habría soportado a sí mismo, no se las habría compuesto con el mundo.» (Safranski:222)
La idea de dios, entonces fue en principio una idea útil. Pero Nietzsche consideraba que se había llegado al punto de la historia en que el hombre tenía que liberarse de ella: 

«(…) finalmente, la conciencia ha descubierto los enredos, ha conocido lo ilusorio de todo el proceso. Y al hacerlo, se ha puesto de manifiesto que las valoraciones religiosas no están en las cosas mismas, sino que han sido puestas en ellas por la imaginación. Y ahora las sacamos otra vez de allí. La conciencia puede permitírselo porque ha logrado un nuevo apoyo con los éxitos prácticos de las ciencias naturales.» (Safranski:223)
En el espíritu científico y post ilustrado del XIX, incluso detrás de la revolución darwinista —de la que Nietzsche por cierto fue muy crítico— la ciencia demuestra que el ser humano es una pieza más en la arquitectura natural, y no un ser especial, un hijo de dios.  

Y, sin embargo [eso] desgarra el velo axiológico en torno a las cosas y al hombre. Ahora la realidad está ahí desnuda. La realidad en la que se encuentra el hombre es absoluta, es todo lo que hay. Ahora bien, desde el punto de vista del valor, es nada. Es un ser; pero no significa nada en el sentido de la pregunta: ¿para qué el todo?» (Safranski:223)
En otras palabras: “¿Qué sucede pues si Dios está muerto?” (Safranski:223) Y esta es la gran cuestión:
«Todos los éxtasis, todas las glorias beatíficas, las ascensiones de los sentimientos al cielo, todas las intensidades que antes se adherían al más allá, han de congregarse en la vida presente; hay que conservar las fuerzas de la trascendencia, pero dirigiéndolas a la inmanencia.» (Safranski:226)
Pero ¿Qué es vivir en la inmanencia? ¿Qué es vivir en el mundo? Ese es el punto, para Nietzsche aún no lo sabemos[11] y es que: «Bajo el cielo de las ideas los hombres nunca han llegado acertadamente al mundo. Nietzsche quiere derribar ese cielo de las ideas (…) para que pueda aprenderse por fin qué significa “permanecer fiel a la tierra”» (Safranski:225)

Ya que
«Según el diagnóstico de Nietzsche, Dios ha muerto, pero se ha mantenido la rigidez de la humildad, y lo “terrible” de lo que él habla consiste ahora en la superación de esta rigidez de la humildad, en la rápida transición al sí embriagador y eufórico a la vida dionisiaca.» (Safranski:225)
Pero vivir esta nueva vida Dionisiaca implica una transmutación total. Ahí encaja su teoría del superhombre:
«En el último y más importante período de su producción, el llamado periodo zaratústrico, una admirable conciliación de pensamientos románticos y científicos, anuncia al fin un nuevo ideal de existencia humana, el superhombre, cuyo advenimiento solo es posible por una transmutación de todos los valores (…)» (Larroyo:506)
 Y es que:
«…lo que se exige es la creación de una nueva cultura, de un nuevo hombre con nuevas tablas de valores, es decir, una transmutación de todos los valores; transmutación que ha de fincarse en una afirmación de la vida a pesar de todos sus dolores.» (Larroyo:507)
“Zaratustra” se plantea como una epopeya clásica, casi homérica, la odisea del ser humano consistente en la aventura de liberarse de toda teodicea, para reforjarse en la fragua y el yunque de sí mismo. así: «(…) afirma Nietzsche el ideal caballeresco, el ideal del hombre perspicaz y pujante que entiende la existencia a manera de una lucha por la autonomía, autorresponsabilidad y elevación de lo humano.» (Larroyo:508)

Pero el ser humano, liberado de valores religiosos ilusorios, se plantea ahora el problema de su finalidad última, su teleología. Sin paraíso, sin recompensas espirituales en otros mundos, cuál es la nueva meta:  
«Todavía no tiene la humanidad meta alguna. Más díganme, hermanos: si a la humanidad le falta todavía la meta, ¿no falta todavía también ella misma?» (Nietzsche:170)
Quizá la meta de nuestra especie no sea sino la forja de un nuevo y mejor ser humano: «“¡Sea el superhombre el sentido de la tierra!”» (Nietzsche:151) Así, el ser humano del presente, no es más que un escalón, un apoyo: «“La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.”» (Nietzsche:151)

¿Qué es el ocaso? La reunión del sol con la tierra o el mar. Metáfora del ser humano, como ser solar que para volver a la tierra debe hundirse en su ocaso. “Zaratustra” abunda en metáforas astrales y estelares, de gran fuerza poética. En el libro todo el tiempo aparece la estrella paridora, el gran astro solar, la luna, el mar, las estrellas. Este rasgo visual del libro está increíblemente expresado en la película de Kubrick. Hay momento bellísimos como éste en “Zaratustra” donde se expresa el ocaso

«Del sol he aprendido esto, cuando se hunde él, inmenso, rico, entonces es cuando derrama oro sobre el mar, sacándolo de riquezas inagotables, ¡y hasta el más pobre de los pescadores rema con remos de oro!» (Nietzsche:225)
Vuelva el lector a revisar la secuencia de créditos iniciales de “2001” y piense en el papel del sol en dicha secuencia mientras lee la siguiente imagen, en la que se enaltece el papel de la luz. 

«Miren! ¡Atrapada y pálida se encuentra la luna ahí ante la aurora! ¡Pues ya llega ella, la incandescente! ¡Llega su amor a la tierra! ¡Inocencia y deseo propio de creador es todo amor solar! ¡Miren cómo se eleva impaciente sobre el mar! ¿No siente la sed y la ardiente respiración de su amor? Del mar quiere sorber y beber su profundidad llevándosela a lo alto; entonces el deseo del mar se eleva con mil pechos. Besado y sorbido quiere ser el mar por la sed del sol; ¡en luz quiere convertirse, y en altura y en huella de luz y en luz misma!» (Nietzsche:192)
Puedes revisar el opening en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=e-QFj59PON4

 
Remito de nuevo a la secuencia de créditos y al papel que juegan en ella, la luna, la tierra y el sol. ¿No es en la imagen de Kubrick la tierra, con ese bello cuenco iluminado, la que “en luz quiere convertirse”? Como en “Zaratustra” también en “2001” hay una poética del espacio: la alineación.

Ahora bien: ¿Cómo el hombre puede transitar hacía el superhombre? ¿Y cómo sería este superhombre de existir? Casi al principio del libro Zaratustra nos responde con “La Parábola de las Tres Transformaciones”, que es además una clave para comprender como dialoga la película de Kubrick con Nietzsche: «Tres transformaciones del espíritu son las que menciono: de cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león y el león, por fin en niño.” (Nietzsche:157)

El camello simboliza el gran animal de carga que pone sobre sus hombros el viejo sistema de valores. Es la fortaleza necesaria para soportar todo el peso “moral” y “ético” del viejo mundo axiomático: 

«Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad (…) busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice “yo quiero” “Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente “¡Tú debes”. Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas brillan en mí. Todos los valores han sido ya creados, y yo soy todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “¡Yo quiero!” Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?» (Nietzsche:157)
Porque el camello no es capaz de iniciar una revolución. Para eso se necesita el león, pero el león no es el último paso tampoco: «Crear valores nuevos tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse libertad para un nuevo crear eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello hermanos míos, es preciso el león.» (Nietzsche:158)  
Y aquí el paso más desconcertante, el león se transforma en niño:

«Pero díganme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. El espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.» (Nietzsche:158)
Así, que al final de la odisea, de la aventura —de la conquista de sí mismo—, después del camello y su desierto, y del feroz león y su revolución queda el niño: “un nuevo comienzo”, “un primer movimiento”. ¿Es el niño que flota frente a la luna y la tierra el superhombre? Quizá no. Pero es la posibilidad de todo… Quizá sea el “retirado del mundo [que] conquista ahora su mundo” —lo que se sugiere en el libro— pero en la película si es definitivamente “un nuevo comienzo”. El superhombre entonces es un ser incierto. Es notable que Kubrick no dé ningún indicio, ni siquiera una línea de acción para que quede en suspenso esta posibilidad de todo. Es una película que se pregunta, se cuestiona sobre el destino de la humanidad.




Otro episodio simbólico fundamental es cuando Bowman atraviesa “La puerta de las estrellas” y tras el viaje sicodélico dimensional llega a una habitación extrañísima. Este episodio podría remitirnos a un capítulo de “Zaratustra” llamado “El país de la civilización”:  

«Demasiado me había adentrado yo volando en el porvenir; un temblor de horror se apoderó de mí. Y cuando miré a mí alrededor, el tiempo era mi único contemporáneo. Entonces huí hacia atrás, hacia el hogar y cada vez más rápido: así llegue hasta ustedes, hombres del presente, y al país de la civilización.» (Nietzsche, 2016, pág. 190)


Lo que hay en esta habitación son signos: una cama, un baño, un comedor, Bowman se ve así mismo o se descubre a diferentes edades, comiendo, hasta llegar a su lecho de muerte en la cama. Y sobre todo en las paredes hay marcos —como de ventana— con pinturas del periodo romántico, de amor burgués en ambientes pintorescos, bucólicos: son los signos del pasado. 

«¡En verdad, no podrían llevar mejor máscara, hombres del presente, que su propio rostro! ¿Quién podrá reconocerlos? Garrapateados con los signos del pasado, los cuales estaban a su vez embadurnados con otros signos, ¡así es como ustedes se han escondido bien de todos los intérpretes de signos!» (Nietzsche, 2016, pág. 191)
La influencia de la obra es muy evidente en el argumento, en la fotografía, en decisiones de producción —como el que el hijo de las estrellas sea como un bebé— y por supuesto es más evidente en la música. No solo por el genial tema de Richard Strauss cuya intención era expresar musicalmente la belleza poética de “Zaratustra”, sino también por el vals —“El Danubio Azul” de Strauss— y el ballet —“Gayana Ballet Suite” de Khachaturian— con los que Kubrick le da un ritmo dancístico a los desplazamientos estelares. Dos autores muy reconocidos por una obra musical afín a la expresión dancística. 

La danza estelar en 2001: https://www.youtube.com/watch?v=muPNlnm_i44 
 

Y no es baladí la enorme importancia que Nietzsche le confiere a la danza en “Zaratustra” manifiesta en diversos capítulos y frases de este nivel: «Yo no creería más que en un dios que supiese bailar» (Nietzsche, 2016, pág. 164)

(Comentario al margen: "Un Dios que sabe bailar", recuerdan "La Naranja Mecánica": https://www.youtube.com/watch?v=e-QFj59PON4  )

Volviendo a la poética de "2001" y de "Zaratustra", también el sabio Zaratustra anhela el viaje de Dave Bowman, anhela los cielos y los espacios estelares. 

«Y a menudo en medio de la risa ese anhelo me arrastraba lejos y hacia lo alto y hacia fuera volaba yo, estremeciéndome de espanto, como una flecha, a través de un éxtasis embriagado de sol. Hacia futuros remotos, que ningún sueño había vislumbrado todavía, hacía mediodías más ardientes de los que ningún artista soñó…» (Nietzsche, 2016, pág. 224)
El viaje estelar de Bowman: https://www.youtube.com/watch?v=ou6JNQwPWE0 

Y así fue el viaje de Bowman, que Kubrick nos legó. La Odisea de la humanidad.

Este texto se publicó abreviado en la Revista Digital “Máquina” el 4 de abril de 2017

Bibliografía


Larroyo, F. (1968). Sistema e historia de las doctrinas filosóficas. México D. F.: Editorial Porrúa.
Nietzsche, F. (2016). Así hablaba Zaratustra. En Obras Maestras (E. Fragoso, Trad., págs. 149-270). Ciudad de México: Editores Mexicanos Unidos (Colección Obras Maestras).
Safranski, R. (2010). El mal o el drama de la libertad. Ciudad de México: Tusquets Editores (Fábula, 246).

Luis F. Gallardo
16 de enero 2017


[1] En adelante se abreviará como “2001”.
[2] En adelante se abreviará como “Zaratustra”
[3] Lauro Zavala ha estudiado estructuralmente las diferencias entre traducciones cinematográficas de un mismo libreto en su libro: “Narratología y lenguaje audiovisual”, publicada digitalmente por la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina; y accesible en línea. Remito directamente al capítulo «Las versiones de “El Cartero siempre llama dos veces”», la prestigiada novela de James M. Cain que ha sido filmada varias veces, incluso en diversos contextos históricos y culturales.    
[4] Es muy evidente su influencia sobre “Star Wars Episodio IV: A New Hope” de 1977, que debe gran parte de su arquitectura visual y técnicas de arte y fotografía a “2001”.  
[5] La misión Apollo alunizó el 20 de julio de 1969. La misión, desde su despegue hasta su alunizaje, e incluso las caminatas lunares, fue totalmente televisada y filmada, y en muchas partes del mundo fue completamente transmitida. El testimonio televisivo del hecho real ha sido tontamente refutado en años recientes. Paradójicamente, la señal televisiva original resulta, para muchos, menos confiable que la ficción de Kubrick.
[6] Por “transición rotunda” entiendo una transición que marca claramente el final de una sección y el principio de otra. En general las transiciones marcan cambios de secuencia, pero no todas las transiciones marcan cambios de sección, parte o capítulo en una película, a estas las llamo rotundas. Entre la primera y la segunda parte tenemos una transición por forma por corte directo que identifica el hueso-hacha con una nave espacial (min. 18:37); entre la segunda y la tercera parte de la película después del “tono” ensordecedor del monolito se ve una hermosa alineación monolito / sol / tierra, corte directo al espacio, interítulo “Misión Jupiter 18 meses después” (min. 55:38); entre la tercera y la cuarta parte fade out a las 2 horas exactas de película, Intertítulo: “Jupíter y más allá del infinito” (min. 02:00:00). NOTA IMPORTANTE: La edición DVD que tengo incluye un intro con una atmósfera sonora (min. 00:00 al 00:52), y un intermedio, señalado también por un intertítulo: “Intermedio”(min. 01:30:02)  por lo que los tiempos señalados aquí podrían variar en otras versiones DVD.
[7] En “2001” hay toda una estética de los paisajes estelares, en innumerables escenas muestra los planetas alineados. La alineación sagital, como la que abre la película en la secuencia de créditos es realmente impactante. Más porque los astros alineados siguen en movimiento, y se descubren paulatinamente unos a otros (la Luna se abre paso hacia la parte inferior del encuadre, descubriendo a la Tierra y al Sol detrás).  De esta forma Kubrick aprovecha la composición en movimiento exclusiva del lenguaje audiovisual, y en principio del cine. Son verdaderos móviles cósmicos. 
[8] En la edición utilizada para este trabajo, en el texto fuente se utilizan comillas altas o dobles para señalar diálogos. Por esta razón siempre que se vean comillas altas o dobles (“… ”) se trata de diálogos o monólogos de Zaratustra que así aparecen en el texto fuente. Las citas textuales entonces irán señaladas con comillas bajas o angulares («…»).
[9] Nota sobre la Edición consultada. Todas las citas han sido extraídas de una nueva edición compilada de obras del filósofo alemán de la editorial Editores Mexicanos Unidos. El autor no desconocer el gran desprestigio que esta firma tiene por las malas ediciones —populares deberían ser llamadas— a la par de económicas —no quise llamarlas baratas— que ha ofrecido por años, de muy diversas obras que al parecer están libres de derechos. Yo mismo he resultado gratamente sorprendido con esta nueva edición que en primer lugar da crédito al traductor, al que antes no tenían en cuenta. Porque además era evidente que las traducciones eran de muy mala calidad. Basta comparar las viejas ediciones de Nietzsche en este misma casa editorial con esta nueva. La traducción de Esteban Fragoso resulta bastante competente. Un trabajo de edición además de mejor gusto, con mejor calidad general. Rompo una lanza por esta edición utilizándola en este aparato crítico.
[10] Rüdiger Safranski es un gran especialista del romaticismo alemán, y ha escrito “Nietzsche: Biografía de su pensamiento” publicado en español por Tusquetes Editores.
[11] Aunque el libro se escribió y se publicó entre 1882 y 1885, sigue vigente esta afirmación, pues no ha llegado ese nuevo hombre o esa nueva sociedad liberada propuesta por Nietzsche