miércoles, 25 de marzo de 2015

CRÍTICA A GÜEROS

Güeros: lo que sí es y lo que no es.

“Güeros” llegó a la salas comerciales arrastrando un montón de premios internacionales de primer nivel, el premio Horizontes Latinos y el Premio a la Juventud del Festival Internacional de Cine de San Sebastian en su 62 edición, el Premio Especial del Jurado del American Film Institute 2014 (AFI FEST) en los Ángeles, y el premio a la Mejor Ópera Prima en la 64 Edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, por mencionar los más importantes.  No es una película cualquiera, ni cualquier película: tiene su importancia. El público jóven la adora; la crítica —en general— la ha consentido bastante; tiene total apoyo mediático (con excepción de los Charros...).  Así que no necesita más elogios. Su calidad estética salta a la vista. Este blog es de análisis cinematográfico o pretende serlo. Así que vamos a darle perspectiva crítica al film de Alonso Ruizpalacios.



Sí. Cinematográficamente está bonita. La foto esta bonita. Quizá lo que más me gusta, de la parte meramente cinematográfica, sean las texturas sonoras y la edición de sonido. ¿Pero una estética “bonita”  arma una película? Es una buena discusión. Yo, al menos, no puedo desvincular la parte ideológica y de contenido de la parte estética. Para mí es un todo.  

La película emblemática del nini  tiene un título “Güeros”, e inicia con un epígrafe que hace referencia al mismo. En semiótica, la pareja título/epígrafe es considerada un indicador catafórico, esto quiere decir que aporta significación al texto desde el punto de vista de su lectura, o su interpretación. El título y el epígrafe mantienen una interacción o relación dialéctica con el texto, mientras que proyectan sentido al espectador. Este título de “Güeros” y su epígrafe son del tipo simbólico-alusivo, característicos de la narrativa contemporánea (del cine de arte), dotados de polisemia, o sea de multisignificación, y por lo tanto de complejidad.

Se desconoce el origen etimológico de la palabra güero, se piensa que puede provenir del ciboney “huereti” que significa amarillo, o del bable güeru. Es un adjetivo y un sustantivo muy utilizado en México que significa rubio. Simple y llanamente. No obstante su uso cotidiano revela la fuerza de un pasado colonial, donde el  güero es el criollo o el europeo. Por ejemplo,  lo utilizan los marchantes mestizos o indígenas para enaltecer a los clientes. En México al güero, al otro, se le trata diferente, es el consumidor, el pudiente, al que vale la pena servir. Es un epíteto servil. Es una percepción nacional, quizá equivocada, pero más o menos común, en donde los ricos son güeros mientras que los pobres son castizos. Y no se puede omitir esta circunstancia sociolingüística al analizar una película que lleva por título este sustantivo.

Pero esta palabra tiene un homófono, en desuso: “huero”, que se utilizaba para referirse a los huevos podridos. Pero la película no se llama hueros. Y por otro lado el maravilloso epígrafe en el que aparece esta acepción está en inglés. ¿Por qué el epígrafe está en inglés en una película mexicana?  Quizá porque está filmada para los festivales internacionales. Quizá porque está filmada para los paisanos del gabacho. Quizá porque esta filmada para los güeros que si pueden leer en inglés. En fin, es un hecho, el epígrafe está en inglés, y no lo pueden leer millones de paisanos. Entonces el espectador mexicano promedio leerá la película a través de su título y de sus percepciones sobre el mismo.

Hay varios juegos de significado en la película relacionados con la palabra, por ejemplo: el casete del rockero “qué pudo salvar al rock mexicano”, —no entiendo a qué se refiere, en mi opinión el rock mexicano gozaba en ese entonces y goza ahora de excelente salud, ¿Deberíamos entenderlo entonces como otro apunte antinacional, solo los güeros pueden hacer rock?— el dichoso casete se llama “Güeros”. Epigmenio Cruz nos suena a Jaime López, o a Rodrigo González, íconos de nuestro rock, pero no: el personaje está basado en Bob Dylan según palabras del propio realizador.

Hay un personaje en la película —Santos (Leonardo Ortizgris)— al que le molesta que le llamen güero, no explica por qué, pero se lo toma a mal, como si fuera discriminado. No obstante Sombra (Tenoch Huerta) llama nacos a los huelguistas en la asamblea. En Días de Guardar Carlos Monsiváis dice que naco: “dentro de ese lenguaje de discriminación a la mexicana, equivale al proletario, lumpenproletariado, pobre, sudoroso, el pelo grasiento y el copete alto, el perfil de cabeza de Palenque, vestido a la moda de hace seis meses, vestido fuera de moda. Naco es los anteojos oscuros a media noche, el acento golpeado, la herencia del peladito y el lépero, el diente de oro. Naco es el insulto que una clase dirige a otra”.

Ahí está: naco es el antónimo  de güero. No en balde Sombra hace mofa de Los Olvidados, de los niños lumpen de acento golpeado. Ambas palabras embonan perfectamente en una sociedad clasista, postcolonial. Y no termina ahí. Cuando Sombra habla de nuestro amado cine mexicano, que tanto trabajo nos cuesta prestigiar ante nuestro propio público, lo hace en estos términos: “Puto cine mexicano. Agarran unos pinches pordioseros [sic] y filman en blanco y negro y dicen que es cine de arte. Y los chingados directores, no conformes con la humillación de la conquista, todavía van al Viejo Continente y le dicen a los críticos franceses que nuestro país no es más que un nido de marranos, rotos, diabéticos, agachados, ratoneros, fraudulentos, traicioneros, malacopas, putañeros, acomplejados y precoces”. Sin comentarios. Hay quien considera esto gracioso.

El trato que da la película al movimiento de huelga 1999-2000 es negativo —una huelga que ganó la gratuidad en la UNAM. El título tiene un subtítulo: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”. Obviamente es una ironía, ad hoc al género de comedia que tiene la película. Porque los jóvenes que vemos distan de ser revolucionarios de pensamiento, palabra u obra. Son más bien ninis, por causa de la “huelga de güeva”, como dice un desafortunado diálogo de la película. El lema/subtítulo va a aparecer en una pared en las escenas de la Asamblea del  CGH. La película crea la sensación de que el movimiento de huelga es superficial, de que “ser revolucionario es lavar las letrinas”. Ana (Ilse Salas), la única amiga "comprometida" con el movimiento, es el espíritu mismo de la falta de compromiso. Una güerita.

Quizá la escena más emblemática sea la de Sombra cuando va a su laboratorio a ver su proyecto de tesis echado a perder. Y es el último comentario editorial sobre las consecuencias del movimiento social. 

Ojo. Esto es perfectamente congruente con el contexto en el cuál la película fue ideada: en el contexto posthuelga (2000-2010) con una generación de jóvenes ferozmente apáticos, tema que ha sido objeto de diversos estudios académicos. Generación a la que pertenece Alonso Ruizpalacios, que da a su película la quintaesencia de su visión del mundo. Por ejemplo, un estudio del Instituto de Investigaciones Jurídicas y del Instituto Mexicano de la Juventud señalan como causas de esta apatía: 1) la falta de formación cívica 2) qué los jóvenes no ven a las acciones políticas como una alternativa efectiva para la solución de sus problemas 3) desencanto ante las estructuras políticas, ineficaces, ineficientes, corruptas e impunes 4) la desvinculación que hay entre los jóvenes y una ideología proactiva, como la que represento el ideario revolucionario de la Revolución Mexicana en su momento (http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/7/3221/19.pdf ). Eso puede definir la actitud de los personajes de la película. Son ninis, no solo por su falta de trabajo y de estudios, sino principalmente por su falta de compromiso; por su abúlica indiferencia a su propia y desesperada situación. La total inacción apática.

Lo que sí es bastante fantoche es que la estrategia de medios de Alonso Ruizpalacios en esta semana de estreno, sea el de que “Güeros es una película que celebra la movilización de los jóvenes”.  ¡Ja! Para nada. Pero claro, es otro contexto, ahora tenemos jóvenes movilizados en todo el país, por muchas causas diferentes, con conciencia social. Y al director le apura comunicarse con esta nueva juventud, que no es la de su película. Ni la de su generación.

Porque la película que Ruizpalacios realizó pertenece  a un contexto que se ha desvanecido.

Es pues, testimonio de esa época en que los jóvenes posmo vagaban por el mundo, sin pena ni gloria, sin objetivos ni compromisos, sin identidad social e ideológica. Como sombra de sí mismos.