jueves, 14 de mayo de 2015

CRITICA DE COLOR A "GUTEN TAG, RAMON"

¿Qué significan los buenos días de Ramón? 

El siguiente análisis contiene SPOILER de la película en cuestión. Si no la ha visto y no desea que le platiquen la trama, no lea el siguiente análisis.

“Guten Tag, Ramón” parece una película emanada de un club de optimismo. Es todo lo opuesto a la tendencia natural que ha tenido el cine mexicano en los últimos años, más cargado al lado oscuro. Si bien nunca he estado cómodo totalmente con la visión sombría de nuestro cine esperpéntico, llevar las cosas a Foxilandia, al extremo Prozac, es tanto peor. Si usted es diabético definitivamente puede enfermar al ver esta película de extremada dulzura.  Llena de fantasías irrisorias, a la que le falta la necesaria fundamentación que otorga un proceso mínimo de investigación empírica. Todo es muy superficial. Es lindo y tierno y bueno, pero a huevo  forzadamente.



Un frustrado mojado mexicano es devuelto por cuarta vez a territorio nacional, tras ser rescatado de un camión de redilas repleto de paisanos asfixiados y muertos, rescate por cuenta de los heroicos policías de la Border Patrol. En otras palabras es un sobreviviente, un vuelto a la vida, de la traumática experiencia de un traslado fallido. Y pese a ello, retorna a su pueblo en México, donde planea su retorno a E.U.

Lo único que no se le ocurre es ponerse a trabajar en México.    

Su pueblo es controlado por su familia. Su familia tiene o pertenece a un exitoso Corporativo Empresarial que se dedica a la producción, procesamiento, comercialización y exportación de estupefacientes, por lo que se ve. Pero Ramón por su conciencia moral y su bondad existencial, no quiere ensuciarse las manos con los negocios familiares. Y sus parientes son tan malditos y perversos que mantienen a sus familiares inmersos en la pobreza nacional. Sí. Ajá. En fin. Como son tiempos de Calderón al parecer, su familia sufre la muerte por acribillamiento de su líder, en la famosa guerra con el crimen. La horrible realidad nacional, y el hecho de que como todo mexicano que se respete, tiene una abuelita enferma que necesita costosos medicamentos —esto por supuesto es Pre-Seguro Popular—, y una madre abnegada todo terreno, arrojan a Ramón al autoexilio.
   
Un pariente cercano le recomienda que no insista en la Reconquista de California y que mejor se vaya a Alemania, con una parienta que se dedica al servicio doméstico. Es un viaje que cuesta 30,000 pesos ida y vuelta, sin contar el desplazamiento a la Ciudad de México, ida y vuelta. Pero uno de sus parientes mafiosos, en su cruda moral, le deja una lana.

Dinero sucio. Pero lo lava con su conciencia moral y su bondad existencial. Quizá lo llevó a bendecir a la iglesia o le dió una fregada con jabón zote. En fin. Ramón termina en Alemania con Visa turista.
Esta parte troncal de la película tiene ideas interesantes. Una vez en Alemania, Ramón no encuentra al pariente de su amigo y queda en situación de calle. Probablemente inspirado por la brillante tesis del presidente Fox sobre la conveniencia del autoempleo, Ramón extiende la mano afuera de una tiendita abriendo la primera sucursal trasnacional del Misery Bussines mexicano.  Ahí Ramón conoce a un grupo de ciudadanos alemanes de la tercera edad que terminan por adoptarlo. Recibe el apoyo, sobre todo de una señora llamada Ruth (bien interpretada por la veterana Ingeborg Schöner).  

Es infinitamente más fácil que una persona adopte a un perro en situación de calle, a que adopte a un muchacho en situación de calle. Por eso cuidaron mucho el casting. De tal modo que Ramón no pareciera un verdadero migrante del campo mexicano, sino algo así como un perrito chihuahua humanizado, que cualquiera se llevaría a su casa. O un entrañable furby.

  


Ruth se lleva a Ramón a su edificio, ahí muestra su valía al apoyar en diversas tareas a los jubilados del edificio. Carga el mandado, realiza una reparación por aquí, otra por allá. Tiene la fortuna de que entre los jubilados del edificio se encuentra un latinófilo, un adorador de los ritmos latinos, Karl (Interpretado por otro veterano de la televisión alemana Rüdiger Evers), quién lo emplea como instructor de baile. Entonces Ramón comienza a ganar euros y parece muy feliz.  Se hospeda en el sótano del edificio, un pequeño cuarto amueblado. Pequeño pero mucho más grande que un depa de interés social del INVI.

¿Cómo se comunica Ramón con Ruth? A través de dibujos. Es un guiño a los pictogramas ancestrales de los códices prehispánicos. Quizá en el universo de la película no existe todavía el traductor de Google, ni los diccionarios bilingües. Pero contrario a lo que dicta el sentido común, la relación entre Ramón y Ruth se fortalece a través de su incomunicación.

En una de las secuencias más insólitas de la película, Ruth cree descubrir a Ramón masturbándose —esto está muy mal filmado— mientras que en realidad Ramón está pelando una zanahoria a la altura de su pelvis (si usted pela zanahorias a la altura de su pelvis, vaya al psquiatra). La señora entonces, como lo haría cualquier ancianita alemana o cualquier abuelita mexicana de mente abierta, se lleva a Ramón a una casa de citas y le invita su primer prostituta. ¡Ternurita!  Ramón por su conciencia moral y su bondad existencial, pero sobre todo por su buena educación, no menosprecia esta invitación, lo cuál sería muy grosero y se vería muy muy mal de un Latin Lover, y de un Mexican Macho Men. Esta tierna y lúbrica escena fortalece la relación de Ruth y de Ramón que se transforma en su ahijado de leche de Primera Comunión.



Y en este punto ya entendimos que Ruth es una madrina ATM. La vida de Ramón está completa y Alemania ¡Es un mundo feliz!

Hasta que la migra alemana detiene a Ramón y lo deporta de vuelta a ese agujero mugroso llamado México.

El final de la película parece el remate de un episodio de la Isla de la Fantasía, o de la Rosa de Guadalupe. Había que imponer un Happy Ending a pesar de la deportación. Sacarse el final de la manga es lo que conoce en la técnica de guionismo como un Deux ex maquina, porque fue un recurso muy usual en la tragedia griega—algún dios aparecía y resolvía un problema en apariencia irresoluble—.  Pues Ruth localiza a Ramón en su pueblito vía telefónica. Y ahora sí, con la ayuda de un diccionario Alemán Español —que no se les ocurrió utilizar antes— le pide una cuenta bancaria (aquí desaprovecharon para meter un Sponsor de American Express). Ramón descubre entonces que ha sido beneficiario de una generosa herencia. De este modo Ruth, la madrina de Primera Comunión es en realidad un Hada Madrina a pulso. Y “Guten Tag, Ramón” es lo que los ingleses llaman un Fairy Tail, un cuento de hadas.   

Esta herencia se revela cuando Ramón llega con un hato de compras. El dinero fácil, el que cae del cielo y el consumismo como el culmen de la felicidad individual. Lo material supera la fuerza misma de la relación interpersonal. Los personajes no sólo no persisten en su reencuentro. Simplemente no se reencuentran. Su última vinculación es un acto mercantil.

Y Ramón con su conciencia moral y su bondad existencial acepta sin ningún escrúpulo el dinero limpio, limpísimo, de una mujer que apenas conoció. No porque lo merezca, sino por la ley de Herodes, o la ley de lo cáido cáido. Y corre a hacer shopping.

El shopping como la quintaesencia de la felicidad nacional.    


La película fue un gran éxito de taquilla en México, en E.U. y en Alemania. Fue la gran ganadora de las Diosas de Plata que entrega PECIME, y está nominada a 6 Arieles. Funcionó a nivel comercial y de público porque tiene esa quintaesencia del cine comercial de oropel, del que vende cápsulas de felicidad empaquetada.

Luis F. Gallardo

14 de mayo de 2015

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