jueves, 2 de octubre de 2008

EL ALTAR DE LOS MUERTOS

EL ALTAR DE LOS MUERTOS

Recuerda el poeta lo que el pueblo olvida:
El color de la macana,
El sabor del gas en la boca rota,
El aire inmóvil, muerto de una directísima pedrada,
El terror colgando de un hilo,
El cometa azul de la vida colgado de un hilo,
Todas las arañas del mundo colgando de un hilo.
El poeta recuerda y la catapulta de su boca lanza
Palabras de piedra, emponzoñados jeroglíficos,
Gusanos en descomposición,
Vanos intentos de digerir unos hechos
Más grandes que la realidad.
Al fin Huitzilopochtli
Después de cinco siglos resucita;
Su collar es de suásticas de hueso,
Su altar en Tlatelolco
Entre la escoria de tres culturas se levanta,
Mientras el duelo sube por los tobillos
Como una ardiente alfombra de vapor
Y las cabelleras son izadas a media asta
Y la tristeza mata por enésima vez
A nuestra terca nación resucitada.
La irá del Popocatéptl
Calladamente circula hacia adentro
Y hasta el niño menos viejo advertiría
Que el país que tuvimos ya no lo tenemos.

Un nuevo territorio
—En este siglo expansionista—
Al infierno fue anexado
En un dos de octubre mexicano.

Montes de Oca, Marco Antonio. Altanoche, antología de poemas breves (1953-1984). SEP, México D. F., 1986. (Lecturas Mexicanas 46, Segunda Serie) Pág. 109


“El mundo de Montes de Oca queda bellamente irisado con tantas gotas de aguda luz poética. Gotas, esto es, intuiciones redondas, mínimas, rápidas, fluidas, sorprendentes por su originalidad. Libertad, pero no la del espontáneo superrealista —que nos mezcla la joya y el barro—, sino la del lúcido forjador de mitos y orgulloso orfebre de formas limpias. De recordarnos un taller, este poeta mexicano pertenecería más al de Huidobro que al de Neruda. A los dos excede en cuanto a caudal imaginativo.”

Enrique Anderson Imbert

“Entre el poeta y su palabra, entre la imagen y la realidad hay una zona de ausencia. ¿Qué hacer? Iluminar la tiniebla, acribillar la nada, dar forma a lo que todavía oscila entre ser pájaro o ser mujer: conjurar a la realidad para que al fin encarne en unas cuantas palabras. Cantar, decir. Y Montes de Oca dice y su decir, con frecuencia, es admirable”

Octavio Paz

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