sábado, 3 de marzo de 2007

Investigación Literaria

CASI EL PARAÍSO
La mujer en la poesía de Garcilaso
Luis F. Gallardo León.
Lunes, 13 de Junio de 2005.

I .

Yo, como conducido mercenario,
voy do fortuna a mi pesar m’envía,
si no a morir, que aquéste’s voluntario;
solo sostiene la esperanza mía
un tan débil engaño que de nuevo
es menester hacelle cada día,
y si no le fabrico y le renuevo
da consigo en el suelo mi esperanza
tanto qu’en vano a levantalla pruebo.

Garcilaso de la Vega
Elegía II, (157-165)

Y volviéndose a Sancho, le dijo: -Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.
-¡Ay!- respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire, no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada…

Miguel de Cervantes
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
Parte 2ª, Capítulo LXXIV


Garcilaso fue en principio un dolor de cabeza, un enemigo escolar, un busto de mármol en el parnaso de los héroes epónimos de las letras. Me pregunté si podría escribir acerca de esa lejanía, de ese distanciamiento que existía entre los dos, producto quizá de los siglos que nos separan, de nuestras distintas culturas e intereses, de mi mal gusto o de mi falta de interés en temáticas poco “contemporáneas” o mejor dicho poco contigüas. Así, forzado por las circunstancias comencé a acercarme a Garcilaso. Fue como viajar con él en ferrocarril esposados de la mano, en una égloga imaginaria escrita por Paco Ignacio Taibo 2, o peor aún por José Agustín. De esa forma inexorable comenzamos a dialogar: ¿cómo te llamas? ¿de donde eres? ¿qué has hecho? ¿qué música te gusta? Al responder estas sencillas preguntas caí en la cuenta de que Garcilaso no hablaba con voz propia sino con la flemática de los biógrafos y académicos más tradicionales que habían hecho del poeta, un mito: es decir, una mentira, un fantasma.

El primer libro que se cruzó en mi camino, en esta bitácora de viaje, fue el de Poesías Castellanas Completas[1] preparado por el Dr. Elias L. Rivers, importante académico norteamericano que ha vivido a costillas de Garcilaso y de la Musa española de la época dorada; posee una galería envidiable de medallas al mérito que lo asemejan a un general de las letras hispánicas. Rivers elabora un esquema biográfico basado en el trabajo de Hayward Keniston (1922), (de la que existe volumen pirata… perdón, material académico fotocopiado, en la Biblioteca Central de la UNAM) que a su vez se basa en la biografía de E. Fernández de Navarrete (1850) y las publicaciones de Croce, Laurencín y Mele[2]. Bajo el rótulo en versales de Juventud inicia de esta forma:

Fue probablemente en el año 1501 cuando Garcilaso (García Lasso) de la Vega nació en Toledo, hijo segundo de familia ilustre. Su padre, también llamado Garcilaso de la Vega, había sido contino, es decir, miembro de la corte, y embajador de los Reyes Católicos en Roma; murió en 1512. Su madre, doña Sancha de Guzmán, era señora de la villa de Batres, situada entre Madrid y Toledo. Entre los antepasados del poeta se hallan figuras literarias como el marqués de Santillana y Fernán Peréz de Guzmán. Sus padres, interesados por la literatura, se ocuparon de la formación humanística (sic) del joven Garcilaso, imponiéndole estudios de gramática, retórica, poesía, historia y filosofía moral, en latín. Así renacieron en su espíritu las glorias de la cultura romana (sic): leía la prosa de Cicerón y Séneca y los versos de Virgilio, Horacio y Ovidio como si estos autores fueran sus contemporáneos (¡Hum, asomo de duda!).

Esta forma biográfica es académicamente correcta, pero poco significativa y aún sumida en uno de los peores vicios que encontré en los estudios sobre Garcilaso: la especulación tolerada pero falsaria.

No existe fecha de nacimiento de Garcilaso, solo indicios: se ha convenido el año de 1501. Lo que tiene mucha importancia, porque entonces Garcilaso comenzaría a trabajar para la corte, a la edad de 19 años, en un puesto muy importante. Era un muchacho apresado por su pasado, nacido en cuna de oro, destinado precisamente a trabajar al servicio del Rey o de los pequeños potentados de su tiempo. No era en ese sentido alguien excepcional, muchos otros muchachos de su tiempo, hijos e hijas, sobrinos, primos y nietos de reyes, condes, duques, antepasados famosos, recibían una educación privilegiada: una formación humanística, aunque el termino humanismo es de cuño moderno[3], inventado precisamente para estudiar el renacimiento. Lo cuál haría muy extraño verdaderamente que los padres de Garcilaso hubieran provisto a su hijo de una educación humanística, antes de que siquiera existiera ese concepto, o aún cuando apenas se estaba verdaderamente gestando. Se trataba más bien de la misma educación para todo futuro burócrata del gabinete gubernamental, tal y como ocurre con los actuales príncipes y marqueses, duques y condes de la política nacional que terminan en Harvard, en Oxford, en la UNAM; y ya en el colmo de los males en escuelas privadas de Guanajuato. Tan no es un caso excepcional, que fue tal y como ocurrió con otro personaje notable de las letras hispánicas: Don Juan Manuel; y como había ocurrido antes con Alfonso X, el sabio. Todos relacionados con la ciudad de Toledo, (como también el Arcipreste de Hita y etc.,) cuna del renacimiento cultural hispánico, en la baja Edad Media; y de la que tenemos tantos manuscritos (aunque no tantos como quisiéramos) precisamente porque ahí se comenzaron a producir y comerciar a nivel de mercado cultural.

Entre todos los “duros” marmoleos que el joven Garcilaso tiene que soportar entre los 8 y los 16 años están los soporíferos (aunque históricos y brillantes ¡claro!) discursos de Cíceron, las peroratas morales de Séneca, que poco entusiasmo pueden levantar a un joven, y los mucho más interesantes versos de Virgilio, Horacio y Ovidio que con su “Arte de Ligar” debe haber impresionado favorablemente al puberto en el renacimiento de su virilidad; como la primera revista erótica en manos de cualquier punzopuber de nuestra época. Resulta demasiado obvio que este aspecto de su biografía resulta importante, pero no es tan claro si ocurre así en este momento de su vida. En un lapsus de ocultismo espritual, Rivers se asoma al alma del joven Garcilaso para asegurar que en ella “renacieron las glorias de la cultura romana”. Con humilde escepticismo me parece difícil asegurar que pasaba por la cabeza de Garcilaso en ese momento.

Algo que sin embargo si diferencia a Garcilaso del resto de sus pares generacionales es que a él le gustaba leer, y cosa mucho más notable, le gustaba escribir; y por si fuera poco, además le gustaba leer y escribir poesía, un chico raro. Leer y escribir sin embargo no eran actividades extrañas y anacrónicas, como en la actualidad, sino más bien consistían en la diversión cortesana por excelencia. Si bien Don Juan Manuel era mal visto por estas ociosidades onanistas, en la época de Garcilaso, ya comenzaba a conformarse solidamente una comunidad lectora. El tránsito de la cultura oral a la cultura escrita estaba en pleno proceso, y todavía las canciones, las coplas y los villancicos se cantaban acompañadas de música y eran solaz de parrandas, bacanales y orgías. La literatura y el teatro y el performance juglaresco tardío, constituían la diversión popular; así como en la actualidad los jóvenes se divierten jugando en mundos digitales ilusorios, aquellos jóvenes se recreaban en esos mismos mundos literarios ilusorios. La mitología griega que nos sigue emocionando con su capacidad creativa, con la sordidez, la fantasía y la diversidad de sus historias del todo entretenidas; actuaba como una cantera idónea para la imaginación renacentista. El suponer que los consideraban contemporáneos es falaz. Sabían bien que eran antiguos, pero no los consideraban distantes, sino próximos. Hombres como ellos y no vacas sagradas, o templos ruinosos de grandeza muerta.

Bremond dice que el hombre medieval creía en la continuidad del hombre eterno. En ello, me parece, se hallaría una de las explicaciones de esos anacronismos encantadores del arte medieval. Cuando el Maestro de la Anunciación de Aix pinta su Jeremías del Museo de Bruselas, lo pinta como ve a un contemporáneo suyo; no concibe que el hombre haya sido distinto del de su época, o mejor dicho, no le importa lo accesorio que lo distingue. Lo importante es el hombre en sí, el mismo siempre, sin la particularización de modas y costumbres. Es lo mismo que hace el clasicismo francés cuando representa Le Cid con vestidos de la corte de Luis XIII, lo que le importa es el fondo humano eterno. Nada de eso brota, pues, súbitamente en el Renacimiento; nada es nuevo. Lo que pasa es que el Renacimiento pone en ello un matiz distintito, le da un aspecto nuevo.[4]

Empero, a pesar de que Rivers defiende el origen académico de este humanismo, que es lo que se lee en la entrelínea de su texto, lo que se connota en las entrañas de su biografía esquemática, la práctica escolar distaba de ser idónea para estos fines. Se basaba en modelos que se debían estudiar por conformar ejemplos de perfección en su arte y género, lo que significa que para los maestros, los autores a imitar si constituían vacas sagradas de la antigüedad. La escuela tradicional era absolutista y autoritaria, y se basaba en la copia, en la transcripción y en la memorización de estos modelos y en la violencia física, la privación y la vergüenza como castigo a la indisciplina. Podemos imaginar a estos muchachos haciendo planas y planas de sentencias en latín bajo la mirada inquisitoria de un sujeto con una temible varita fálica en las manos. Se fomentaba la cultura de la imitación donde el plagio descarado era la mejor forma de doctorado.

Si hubo tan claramente, este codearse con los clásicos, este sentirlos hombres y no mitos, no fue definitivamente gracias a la estructura educativa. La cultura de Garcilaso no se forma en su primera infancia y adolescencia, sino más bien cuando sale de las murallas de su castillo residencial y conoce el mundo. Cuando se transforma en un joven soltero, millonario, y recorre junto al Rey todas las naciones europeas, cuando se enfrenta a la muerte cara a cara. Quizá la parada más importante fue en Barcelona, donde conoce a Boscán, entablando memorable amistad y lee en catalán los poemas de Auzias March[5], seguida por supuesto por sus estancias en Italia, primero en Bolonia y luego en Nápoles, la que sería a la postre la más trascendente. Aporta luz a este respecto, otra edición de la poesía de Garcilaso, introducida por un académico mucho más riguroso y poco tendencioso[6]:

…casi toda la obra que se conserva de Garcilaso fue escrita en los años de su residencia en Nápoles, de 1532 a 1536, época a la que pertenecen no sólo las Églogas, sino también las Elegías, la Epístola a Boscán, algunas canciones, y más de la mitad de los Sonetos y aún algunas Coplas (…) Nada poseemos anterior a 1526.

Lo que significa que el grueso de la obra de Garcilaso, aún la latina, es de madurez, treintañera y no de adolescencia y/o juventud. En definitiva, se ha abusado de la historiografía de Garcilaso, para crearle una imagen adecuada de poeta nacional, de monumento público; para explicar su obra a través de anécdotas conocidas del poeta. Pero “lo que sabemos de su biografía tendrá que satisfacernos, sin agregar a los escuetos datos de la historia conjeturas imaginadas a través de la poesía”[7].

Una de esas especulaciones que de tan dichas, se han vuelto verdades, trata de una mujer que apareció en la vida de Garcilaso, y que solamente por ello se ha vuelto famosa, llamada Isabel Freire, quién por cierto no era su esposa sino una aventura de bacanal. Según parece, en un principio, Garcilaso y la infanta Isabel dieron rienda suelta a sus bajos instintos pero sin compromiso, deporte característico de un temperamento humanista. Luego ella lo desdeño, sin que sepamos exactamente por qué, quizá porque ya era hombre casado (especulación tan válida como cualquier otra). Ella se casó con otro, que si atendemos al amante despechado (según los biógrafos literarios), era más pobre, más feo y de menor rango.

Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada
la manteca y el queso está sobrado.

Quiere decir que tiene dinero suficiente, es un ganadero exitoso.

De mi cantar, pues, yo te via agradada
tanto que no pudiera el mantüano
Títero ser de ti más alabado.

El pastor le bajo el cielo y las estrellas, comparándose con Virgilio, de tan lambiscón.

No soy, pues, bien mirado,
tan disforme ni feo,
que aun agora me veo
en esta agua que corre clara y pura
y cierto no trocara mi figura
con ese que de mí s’está reyendo;
¡trocara mi ventura!
[8]

El amante se describe como un excelente partido, hasta en lo físico, lo único que cambiaría con su rival sería la suerte de conquistar a la amada. Nótese que se siente sujeto de su burla.

¿No sabes que sin cuento
buscan en el estío mis ovejas el frío
de la sierra de Cuenca, y el gobierno
del abrigado Estremo en el invierno?
Más ¡qué vale el tener, si derritiendo
m’estoy en llanto eterno!
[9]

Luego presume sus propiedades, asentando sus límites, aunque finalmente se afirma en su dolor, las propiedades no sirven para mitigar el sufrimiento.

Años después, en 1933, ella moriría en su tercer parto, algo común en la época. Garcilaso le seguiría los pasos, recibiría una pedrada mortal, en el asalto a la torre de Muy, en esas rencillas habituales contra los franceses bajo el imperio de Carlos I de España y V de Alemania, que se inmortalizó sobre todo gracias a los chocolates epónimos. Gravemente herido será trasladado a Niza donde perderá el aliento el 13 o 14 de octubre de 1536. La muerte había estado presente en la vida de Garcilaso desde su juventud, su padre murió cuando él contaba con 11 años de edad.

Morir joven no era ninguna novedad en esos tiempos violentos, recordemos que apenas en el siglo XIV habían muerto a manos de la peste negra 25 millones de personas, que representaban la tercera parte total de la población europea. Toneladas de viudos y viudas pululaban por toda Europa, las guerras eran muy frecuentes, y la inseguridad era tan tremenda, que apenas unos años atrás Isabel la Católica había tenido que instrumentar el primer sistema policiaco español, la Santa Hermandad de la Acordada. Llegar a viejo decrépito, es decir, a los cincuenta años, era realmente excepcional. No en balde las tradicionales danzas de la muerte medievales.

Pese a todo, la cultura renacentista no es tanática sino por el contrario, tremendamente sensual y vitalista. Así, los amantes no aceptan la muerte de la amada: ocurre como un tránsito a un mundo donde es posible alcanzar el paraíso, idea que está en el centro del imaginario renacentista, así como los conceptos paralelos de armonía, perfección, zona dorada, utopía y equilibrio.

Si los biógrafos de Garcilaso consideran la relación con la infanta Isabel Freire, importante, es precisamente porque el gran tema del poeta pasa por la mujer inaccesible, la fractura de lo idóneo, todo lo cual se transforma en melancolía. Pero ¿era la Isabel Freire de carne y hueso la que el poeta representaba en sus escritos o era la idealización de la mujer por Garcilaso? ¿O eran ambas?

Desde mi punto de vista Isabel Freire pudo ser el rostro de muchas otras mujeres en la vida de Garcilaso, consta en su testamento el pago de una deuda de honor a cierta “dama” por alguna razón no aclarada pero digna de suspicacia[10]. Habla también en los mismos términos a/de otras mujeres diferentes. Por ello pienso que Isabel Freire fue el mejor pretexto para proyectar una comunidad extensa de emociones e ideas en torno al tema fundamental de la mujer como objetivo imprescindible de felicidad. La mujer quizá no es el gran tema de Garcilaso, pero forma parte de la sufrida y azotada melancolía que envuelve a todos sus presuntos alter egos, diluidos en geniales voces poéticas.

Pero debemos añadir, contra la tesis simplista de la representación encarnada del propio poeta por sus personajes ficticios o por las voces poéticas, de la sesgada identidad de autor y personaje: que Garcilaso era un hombre casado y sensato; que por lo menos en vida nunca demostró estar ocupado en líos amorosos que obstaculizarán su vida profesional o marital, o que, por lo menos hasta la fecha, no existe documento que pruebe lo contrario. La imagen que aparece en sus biografías conviene más a la de un funcionario público, un tanto burócrata, con talento para la mensajería y la diplomacia, incansable trabajador al nivel de exigencia del Emperador; valiente pero imprudente en el ejercicio de las armas y poco afecto a la política; más bien artista de las letras, excelente amigo y compañero de juerga, culto e inteligente, dotado de talento y sensibilidad: pero no como lo concebía el romanticismo, razón que quizá está contaminando de fondo la discusión.

Que el joven Garcilaso sufrió de amores -¡seguramente!- no es una experiencia ajena al género humano; pero que los sufrió con la intensidad, con la fuerza y con la pasión con la que se expresa en su poesía es más dudoso. ¿Que tanto es producto de su biografía y que tanto de su técnica literaria? O de nuevo ¿podrían ser ambas? Es bien sabido que hay en Garcilaso influencias del catalán Auzías March, pero sobre todo de Petrarca, cuya poesía tiene muchos puntos en común. Se refleja en la obra de Garcilaso la poderosa filosofía neoplatónica. ¿No será que Garcilaso ocupo estos temas como tópicos, y no tanto como vivencias? ¿Será obsesivo o más bien casi monotemático?

El hecho de que su poesía como la técnica pictórica de Leonardo, sea tan meticulosa, tan cuidada, tan estudiada; nos hablan de una frialdad en el trazo, de una racionalización de los recursos. La exploración de diferente metros italianos en el castellano dejan sin lugar a dudas, la sensación de un dominio arquitectónico de los materiales, y la profunda artificialidad de los efectos: el renacimiento es el momento culminante del arte como artificio. Por supuesto, no podría excluirse de esta forma la posibilidad de que Garcilaso experimentara efectivamente estos sentimientos. No obstante los datos y documentos históricos existentes no permiten conocer con suficiente profundidad las verdaderas emociones del autor, por lo que se vuelve un asunto irrefutable pero también indemostrable objetivamente. Actuar con dogmatismo en un sentido u otro no ayuda mucho.

Garcilaso conoció algunas de las ciudades más hermosas de Europa en su época de esplendor, era urbano y cortesano en un mundo que seguía siendo profundamente rural, disfrutaba de las veladas imperiales en jardines suntuosos espectacularmente decorados; una idea aproximada de ello puede proporcionarla los excelentes y preciosos ensayos de Gallego Morrell[11] que con finas descripciones nos traslada a esa vida palaciega. Pero el poeta nunca habló de ese mundo que le era conocido sino todo lo contrario: sus personajes son pastores, sus ambientes son praderas de pastoreo, su música es el agua corriente de ríos y fuentes, pajarillos y abejas zumbonas. Siendo un funcionario que era directamente responsable ante el Rey, ¿no envidiaría esa vida bucólica que recreó con tanta minuciosidad?

En Garcilaso –lo vemos a través de toda su poesía- el dolor de sus experiencias amorosas y la tiranía de su ocupación militar habían acrecentado el deseo natural en todos de volver a hallar la inocencia, la paz y la felicidad soñada un día y se habían transformado, al calor de las creencias literarias y filosóficas del Renacimiento y de sus enseñanzas platónicas, en un imperativo intelectual: la necesidad de armonía en el cosmos.[12]

Presenciamos quizá el primer género de escapismo artístico. Pero evadiendo la fácil especulación, lo que refleja claramente la lírica-narrativa de Garcilaso, por decir lo menos, es un concepto nítido de belleza. Sus paisajes son alegorías paradisales, pero no divinas. Perfectamente posibles en la tierra vuelta casi el paraíso. Parecieran en primera impresión, desvanecidas y utópicas, pero son asibles y carnales. Si la mujer amada, la amada móvil, complaciera la pasión desbordada del doliente, todo sería perfecto. Y en ese mundo casi perfecto, el pequeño detalle de no ser correspondido en el amor, contrasta esos bellísimos paisajes con la melancolía suicida del despecho. Con preciosos fondo se destaca la borrasca interior. En ocasiones la intimidad posee el paisaje. En el corazón dramático de esa imposibilidad terrena de alcanzar la felicidad, la armonía y la perfección se encuentra clavada como una costilla, la mujer. La perdición de los hombres, son las benditas mujeres. Dejemos que nos hable el Soneto V:

Escrito ‘stá en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo
tan solo que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
[13]

Intentemos dos lecturas de este Soneto. En una primera, supongamos que esta escrito a una mujer específica. Todo lo que dice el poeta, se lo dice a una Isabel Freire cualquiera que se atraviesa en su vida. Es una entrega total del poeta a su fulana amada. Esta es la lectura romántica, individualista, donde el poema queda empobrecido por una circunstancia específica cifrada en una dedicatoria.

Ahora sustituyamos a esa fulana por la mujer, abstraida en general. Estas son las dos ópticas que he establecido en este trabajo en el que me pregunto si los poemas se remiten a una mujer o a la mujer. En esta segunda interpretación el poema cobra dimensiones filosóficas, universales. Cuando dice: “Yo no nací sino para quereros” esta definiendo toda su poesía. Remito al epígrafe que encabeza este trabajo. Es la prefiguración de la Dulcinea. Cuando afirma que “por vos nací, por vos tengo la vida” la metáfora puede remitir a la madre, que es también mujer, para concluir con la devoción a otra mujer por la que se da la vida. El hombre/en/masculino esta convencido así de que “cuanto tengo confieso yo deberos”. Y nos remitimos no solo a los estrechos límites de una pasión amorosa sino a la pasión universal por la mujer que alcanza estatura divina en los cultos femeninos desde la Venus milenaria hasta el culto mariano. Se transforma el poema por completo, se muestra además como la lectura romántica inhibe otras dimensiones.

Desfaciendo entuertos de académicos como Rivers, a través de diversas e interesantes lecturas de Garcilaso, pero sobre todo por medio de la lectura directa de sus poemas, más atenta y respetuosa; a través de ojos menos abotagados por la pesada teoría estereotipada; comencé a verlo como un verdadero amigo. Cuál Boscan/chilango/pus-moderno, descubrí un interés común la mujer: la mujer. ¿Cómo es la mujer en la obra de Garcilaso? Esta claro que es muy importante para él, ya que conforma su paraíso y cuanto tiene confiesa deberle, por ella nació y tiene la vida, por ella ha de morir y muere.

II .

- Por cierto –replicó don Quijote-, que vuesa merced
tiene estremada voz; pero lo que cantó no me parece que
fue muy a propósito; porque ¿qué tienen que ver las
estancias de Gracilaso con la muerte desta señora?

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
2ª Parte, Cap. LXX

La afamada y celebrada obra cervantina, que nunca me cansa de admirar y sorprender, fue notablemente influida por la obra de Garcilaso, tema insuficientemente tratado por la academia a mi parecer. En nuestro epígrafe, don Quijote pregunta al músico que ha adornado las exequias falsas de Altisidora, ¿qué tiene que ver la villana con los altos conceptos femeninos vertidos por nuestro poeta?[14]. Dulcínea y Altisidora representan las dos caras aparentemente distintas de la misma moneda (nunca el lugar común ha sido tan exacto).

En un principio creí que la poesía de Garcilaso hablaba de Dulcinea, que todo era idealización, que se trataba de fantasmas femeninos, de abstracciones. Sin embargo, muy pronto tuve que cambiar de opinión ante la evidencia. Profundizando en su obra aparece una imagen femenina más compleja, sobre todo, más terrenal. La primera obra que llamó mi atención en ese sentido fue una de sus despreciadas y desvaloradas coplas, la número VI, titulada: A una señora que, andando él y otro paseando, les echó una red empezada y un huso comenzado a hilar en él, y dijo que aquello había trabajado todo el día.

De la red y del hilado
hemos de tomar, señora,
que echáis de vos en un hora
todo el trabajo pasado;

El primer cuarteto no tiene ningún problema de interpretación. Garcilaso tiene mucho talento para la narrativa, el título nos contó el principio de esta historia. Pero el poema ya encierra un toque de malicia y Garcilaso usará una frase hecha “en un hora” que significa “en un instante” para acentuar el sentido del cambio de fortuna; y de la poca valoración del trabajo en este caso. Es una frase que utiliza mucho a lo largo de su obra, hay que atender como la usa: normalmente para mal. “en un hora” muere la amada. Así mismo en “un hora”, esta señora hecha a la calle, a los paseantes, todo su trabajo. Pero ¿qué importancia tiene? Pongamos atención al siguiente cuarteto.

Y si el vuestro se ha de dar
a los que se pasearen,
lo que por vos trabajaren
¿dónde lo pensáis echar?
[15]

El Dr. Rivers interpreta el tercer verso de este cuarteto como “lo que por vos hayan sufrido los paseantes”. Si se sustituye esta frase por la que aparece de Garcilaso el poema diría “Y si el vuestro se ha de dar a los que pasean, lo que hayan sufrido los que pasean, donde lo piensas echar” Lo que resulta incomprensible y absurdo. No entiendo porque se realiza la sustitución de una frase tan clara como “lo que por vos trabajaren” por “sufrir los paseantes”. No es desde luego un texto claro, pero parece querer decir que si la mujer, que en este caso no podía ser más terrenal y sólida, “echa a la calle en un instante todo su trabajo pasado” lo que ya de por si tiene una connotación pícara, “para beneficio de los que se pasean”, es decir de los que pasan por ahí casualmente, desconocidos de ésta señora que “les tira el hilado”; lo que por ella trabajen, su interés y dedicación que bien puede ser también todo un pasado ¿dónde lo pensáis echar?: es decir ¿Cómo invertir en usted señora si echa a la calle en un instante todo lo que ha construido? En mi opinión hablan de su liviandad. El hilado es también en Garcilaso frecuente símbolo de la vida, esta señora así en sentido literal, echa su vida a la calle en un instante, ofreciéndola al desconocido paseante. Pero ¿cómo invertir en una señora así? ¿cómo saber que no volverá a echar el hilado a la calle al primer paseante?

A favor de la teoría que promueve la fusión en su obra de experiencias vivenciales, pueden contemplarse diversas obras basadas en hecho reales que Garcilaso reinterpretaba en su obra poética: poema basado en hechos verídicos. La mujer en Garcilaso entonces no es la elevada Dulcinea, sino la concreta Altisidora, que se transforma a través de los sentimientos procelosos del amante en la elevada Dulcinea, pero sigue esa trayectoria. De la tierra al cielo. De la mujer concreta a la mujer ideal: en ello existe un malentendido.

Divergente es también el comportamiento de las líricas petrarquesca y castellana en cuanto se refiere al retrato femenino. Petrarca se recrea evocando los capei d’or, las negras pupilas, lumi del ciel, los brazos, el color blanco y rosado, les pardo accorte y los graciosos movimientos de Laura: no nos da una imagen inconfundible, pero si los rasgos esenciales e idealizados de su figura. En los cancioneros castellanos aparece la prosopografía en composiciones meramente laudatorias; y hay también detalladas descripciones de moras y serranillas; pero cuando los poetas expresan el amor obediente a las exigencias cortesanas, suelen evitar la mención de caracteres físicos concretos, limitándose a alusiones generales o a la ponderación de cualidades anímicas. Esta renuncia a toda representación sensible de la mujer amada obedece sin duda a requisitos del trato social análogos a los que imponía el tema de la pasión silenciosa. Pero responde también a una espontánea tendencia aisladora –la poesía castellana se abstrae del mundo exterior- y se recluye en la seca y vigorosa expresión de sentimientos.[16]

La lírica castellana, y la lírica de Garcilaso no necesitan la prosopografía para describir mujeres de carne y hueso, basta con pequeños y sutiles trazos llenos de sensualidad, por ejemplo las prendas: ¡Oh dulces prendas por mi mal halladas...[17] Por ejemplo ¿hermosas ninfas o indecentes bañistas? innombrables para la inquisitoria época: Hermosas ninfas, que en el río metidas (…) podréis allá despacio consolarme[18]. El super escote, que con inocente pretexto de mirar el alma invita al fisgón a sus antojables abismos:

Con ansia estrema de mirar qué tiene
vuestro pecho escondido allá en su centro
y ver si a lo de fuera lo de dentro
en apariencia y ser igual conviene
en él puse la vista, más detiene
de vuestra hermosura el duro encuentro
mis ojos, y no pasan tan adentro
que miren lo qu’el alma en sí contiene.
[19]

Invita, seduce a la mujer para que no deje la carne para los gusanos: Coged de vuestra alegre primavera/el dulce fruto antes que’l tiempo airado/cubra de nieve la hermosa cumbre[20].

Sus artes poéticas parecen en ocasiones herramientas seductoras: mirá bien qu’el amor se desagrada/deso, pues quiere qu’el amante viva/y se convierta adó piense salvarse[21].

Habla de pasión carnal, de cuerpos entregados, de sensaciones:

(…) estaba deseando
que allí quedase mi razón vencida;
nunca en todo el proceso de mi vida
cosa se me cumplió que desease
tan presto como aquésta, que a la hora
se rindió la señora
[22]

Y más adelante:

De los cabellos de oro fue tejida
la red que fabricó mi sentimiento,
de mi razón, revuelta y enredada,
con gran vergüenza suya y corrimiento,
sujeta al apetito y sometida,
en público adulterio fue tomada
[23]

Si recordamos la copla que inició este análisis, también existían estos elementos del tejido y la “un hora”. Los cabellos son un símbolo perenne de sensualidad (imagen que llevada al extremo dirían los psicoanalistas que resulta una proyección inconsciente del pubis vaginal, interpretación un poco jalada de los pelos).

Es el único poema donde Garcilaso habla directamente de adulterio. Todos son elementos físicos, hablamos de mujeres de éste mundo. Y de hecho, a la mujer altiva siempre le recuerda precisamente que es de éste mundo: No fuiste tú engendrada/ni producida de la dura tierra[24].

Ahí esta la veta renacentista de Garcilaso, en lo concreto y lo sólido de este mundo. Cuando habla de Marte afirma: ¡De cuántos queda y quedará perdida/la casa, la mujer y la memoria…[25] Allí esta la preocupación por la mujer, y la crudeza de la vida hecha y deshecha como polvo al viento[26] por el torbellino de la Guerra. Y aún insiste en esotra mujer concretísima en el dolor de perder al hijo, otro número estadístico en la tumba eterna del soldado desconocido:

Más ¿qué hará la madre que tú amabas,
De quien perdidamente eras amado,
De quien la vida con la tuya dabas?

tras el cual a venir también se ‘sfuerza
el de las cuatro hermanas, que teniendo
va con el de la madre a viva fuerza;
a todas las contemplo desparciendo
de su cabello luengo el fino oro,
al cual ultraje y daño están haciendo.
[27]

El cabello es nuevamente, fuera de la socorrida y obvia prosopografía, el elemento concreto que define la intimidad emocional y la concreción física. Y es que el cabello del otro entra en contacto nuestro ante el abrazo.

Y hasta cuando habla de Venus, la diosa, no puede menos que hacerla terrenal, que ponerla buenísima y bellísima:

Desordenaba con lascivo vuelo
el viento sus cabellos; con su vista
s’alegraba la tierra, el mar y el cielo.
[28]

Y toda esta sensualidad, que hemos visto en este modesto trabajo, remitida a una mujer concreta, deseable, de éste mundo, lo confiesa al amigo: amando me deleito, y hallo que no es locura este deleite mío.[29]

Y apenas hemos asomado a las sobadísimas Églogas, en las cuales por supuesto también sobran ejemplos de lo antes visto. Entre la bibliografía que encontré como apoyo a esta tesis destaca la de Teresa Lobo Ibáñez, que realiza un estudio estilístico sobre la Canción V “Ode ad florem Gnidi”:

No podemos por menos que sonreír y además estar totalmente de acuerdo con Margot Arce cuando nos dice que la actitud del Renacimiento ante el amor era hipócrita. Por un lado todo eran propósitos honestos y sentimientos sublimes. Pero en la literatura aflora vigorosamente la parte sensual del amor, la descripción física de la dama, su color, sus movimientos. Lo mismo podemos decir de la actitud ante la dicotomía razón-pasión. Evidentemente a Garcilaso le duele ver sufrir a su amigo, le duele también no disfrutar de su amistad, pero la existencia misma de la canción hace obvio que el poeta, al identificarse con su amigo y desear para él lo que desearía para sí mismo, no quiere que Mario entre en razón, sino que su pasión desordenada sea alimentada, correspondida.[30]

También interesante resulta la de María del Pilar Arrando que realizó un profundo estudio comparativo de tópicos manejados por Auzias March y Garcilaso.

El amor de Garcilaso, es muy real y sincero. Ama a una mujer de cabellos de oro (…) de claros ojos (…) de blanca mano delicada (…) etc. Su amor, es siempre humano, nada místico. Que entre el poeta y su dama hubo algo más que simple amistad, lo prueba la primera Égloga. No cabe duda que Garcilaso hubiese ido más lejos en su pasión si ella le hubiese correspondido. Pero como caballero y hombre del Renacimiento que debe refrenar su natural, también siente como antes Petrarca y Auzias la lucha entre su pasión y sus ideas.[31]

Situando adecuadamente a Garcilaso en su época, entendemos de nuevo el Renacimiento, como el resurgimiento de formas Clásicas oxidadas por la herrumbre medieval, que se excedía en sus preceptos espirituales. La Venus de Milo, quizá una diosa, partió necesariamente de un modelo humano. La mimesis griega pugnaba por la representación concreta pero idealizada de la realidad, lo que consideraban una aproximación a la verdad.

El renacimiento volvió a sentir el mundo en su concreción, el descubrimiento de América no podía ser sino parte fundamental del redescubrimiento del mundo, que cobraba por primera vez proporciones de una esfera global. El renacimiento fue una cultura glotonamente visual, que vivía en la orgía de los volúmenes, la reinvención de la perspectiva podía crear en un cuadro bidimensional la sensación de distancia y profundidad. Fomento una pintura evasiva, recreativa. Pero partía de modelos vivos: lo mismo ocurre con Garcilaso. Transforma a su mujer en la Venus de Milo, en la mujer idealizada. Vuelca a Aldonza Lorenzo en Dulcinea. Por qué así

solo sostiene la esperanza mía
un tan débil engaño que de nuevo
es menester hacelle cada día,
y si no le fabrico y le renuevo
da consigo en el suelo mi esperanza
tanto qu’en vano a levantalla pruebo
[32]

Al final de viaje me encontré amante de Garcilaso. Penetré en él y penetró en mi. No existe mejor forma de que los seres humanos se aproximen a su mutuo conocimiento. La verdad ha sido un viaje delicioso. ¡Están cordialmente invitados!


BIBLIOGRAFÍA OBRAS CITADAS

Vega, Garcilaso de la. Poesías Castellanas Completas. 3a ed. Editorial Castalia, Madrid, 1996. Edición, Introducción y Notas de Elias L. Rivers.

Vega, Garcilaso de la. Poesías Completas. Ediciones Almar, Salamanca, 1978. Introducción, Edición y Notas de Bernardo Gicovate, Catedrático de la Universidad de Stanford (California). Colección Patio de Escuelas 4.

Gallego Morell, Antonio. Garcilaso: Documentos Completos. Editorial Planeta, Barcelona, 1976.Ensayos/Plantea de Lingüística y Crítica Literaria. 51.

Gallego Morrel A., En torno a Garcilaso y otros ensayos. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1970.

Alcala, Manuel. En torno al humanismo: Virgilio y Garcilaso. UNAM, México D.F., 1944. Tesis Profesional para obtener el grado de Maestro en Letras y Literatura Española.

Arrando, María del Pilar. Auzias March y Garcilaso de la Vega: poetas del dolorido amar. UNAM, México, 1948. Tesis para obtener el grado de Maestría en Letras y Literatura Española.

Lobo Ibáñez, Teresa. Estudio sobre la canción V de Garcilaso. UNAM, México D.F., 1973. Tesis para obtener el grado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica.

Sharpe, Alfredo M. Las obras y las influencias de Garcilaso de la Vega. UNAM, México D.F., 1954. Tesis para obtener el grado de Doctor en Letras.

OTRAS OBRAS CONSULTADAS.

Rangel Angulo, María de Lourdes. Imágenes y temas comunes: Garcilaso y Botticelli. UNAM, México D.F., 2001. Tesis para obtener el grado de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas.

- Concordancias de las obras poéticas en castellano de Garcilaso de la Vega. Editorial Castalia, Madrid, 1970. Recopiladas por Edward Sarmiento a la edición de Elias L. Rivers.

Terrero, J; Reglá, J. Historia de España. De la prehistoria a la actualidad. Editorial Óptima, Barcelona, 2002.

Larroyo, Francisco. Sistema e Historia de las doctrinas filosóficas. Editorial Porrúa, México D.F., 1968.


NOTAS

[1] Vega, Garcilaso de la. Poesías Castellanas Completas. Editorial Castalia, Madrid, 1996.
[2] Idem. Pag 11.
[3] Vease Alcala, Manuel. En torno al humanismo: Virgilio y Garcilaso. UNAM, México D.F., 1944. Tesis Profesional para obtener el grado de Maestro en Letras y Literatura Española.
[4] Alcala, Idem. Pag. 6.
[5] Arrando, María del Pilar. Auzias March y Garcilaso de la Vega: poetas del dolorido amar. UNAM, México, 1948. Tesis para obtener el grado de Maestría en Letras y Literatura Española.
[6] Vega, Garcilaso de la. Poesías Completas. Ediciones Almar, Salamanca, 1978. Introducción, Edición y Notas de Bernardo Gicovate, Catedrático de la Universidad de Stanford (California). Colección Patio de Escuelas 4. pag. 21.
[7] Idem, pag. 27.
[8] Obra Citada. Castalia, Égloga I, 13 (169-181) Pag. 136.
[9] Idem. Egloga I, 14 (189-195)
[10] Gallego Morell, Antonio. Garcilaso: Documentos Completos. Editorial Planeta, Barcelona, 1976.Ensayos/Plantea de Lingüística y Crítica Literaria. 51.
[11] Gallego Morrel A., En torno a Garcilaso y otros ensayos. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1970.
[12] Obra Citada, Vega, Garcilaso de la. Poesías Completas. Introducción, Edición y Notas de Bernardo Gicovate. pag. 30.
[13] Obra Citada. Castalia, Soneto V, Pag. 47.
[14] Un ensayo notable, aunque poco profundo, se encuentra en la obra de A. Gallego Morell, En torno a Garcilaso y otros ensayos… ya citada.
[15] Obra Citada. Castalia, Copla VI, Pag. 40.
[16] Sharpe, Alfredo M. Las obras y las influencias de Garcilaso de la Vega. UNAM, México D.F., 1954. Tesis para obtener el grado de Doctor en Letras.
[17] Obra Citada. Castalia, Soneto X, Pag. 52
[18] Idem, Soneto XI, Pag. 53
[19] Idem, Soneto XXII, Pag. 64
[20] Idem, Soneto XXIII, Pag. 65
[21] Idem, Canción I, 2 (17-19) Pag. 83
[22] Idem, Canción IV, 3 (45-50) Pag. 94.
[23] Idem, Canción IV, 6 (101-106) Pag. 96.
[24] Idem, Canción V, 13 (61-62) Pag. 103.
[25] Idem, Elegía I, (88-89) Pag. 110
[26] Idem, Elegía I, (94) Pag. 110
[27] Idem, Elegía I, (130-133; 136-141) Pag. 40
[28] Idem, Elegía I, (238-240) Pag. 115
[29] Idem. Castalia, Epístola (64-65), Pag. 127
[30] Lobo Ibáñez, Teresa. Estudio sobre la canción V de Garcilaso. UNAM, México D.F., 1973. Tesis para obtener el grado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica. Pag. 27.
[31] Obra Citada, Arrando. Pag. 39-40.
[32] Obra Citada. Castalia, Elegía II, (160-165) Pag. 123-124

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