viernes, 23 de enero de 2015

CRITICA A BOYHOOD DE RICHARD LINKLATER

Sobre las “Historias Verdaderas”

Ayer lloré con un relato. Ayer. 22 de enero de 2015. Por la mañana tomé un libro de Paul Auster “El cuaderno rojo. Historias verdaderas” (Seix Barral, Planeta, Booket 2012). Lloré con el relato número 9. Entre la página 47 y la 53. Llore, conmovido, con un relato de 7 cuartillas. Auster compone un libro con relatos que ha compilado de la vida. Relatos de cotidianidades. Hasta de chismes. Pero Auster sabe focalizar los asombros de lo rutinario. De hecho lo hace de manera extraordinaria.  



Y por la tarde vi “Boyhood” de Richard Linklater. A Paul Auster le encantaría este contraste de azar, por la mañana leí su libro de “Historias Verdaderas” y por la tarde vi una película cuyo subtítulo es “Momentos de una vida” que trata también de historias verdaderas. ¡Ja! Pero el contraste fue desafortunado.

“Boyhood” es una película abúlica. A los 20 minutos de película me di cuenta que no iba a ningún lado. La sensación de deriva me mantuvo exasperado las siguientes dos horas y media.
La película nos muestra diversos momentos en la vida de una familia de padres divorciados, a lo largo de 12 años. Y la gracia de la película es que fue filmada realmente a lo largo de esos 12 años. La historia de la familia es narrada desde el punto de vista del protagonista, un niño-adolescente-joven llamado Mason, interpretado esos 12 años por Ellar Coltrane.  



La película parte de una idea audaz, en materia experimental, de seguir la vida de una familia a lo largo de 12 años. Pero desafortunadamente, lo único audaz fue la idea y lo único que avanza a lo largo de 12 años, es la edad de los intérpretes. Porque la película no avanza a ningún lado. Carece de entramado. Es una serie de episodios de la vida, un álbum familiar filmográfico, en general carente de interés.

Quizá trata de eso, la vida es así. Es inane. Señor Linklater, eso ya lo sabemos, por eso leemos novelas, historietas, escuchamos música, practicamos deportes, apreciamos espectáculos,  VAMOS AL CINE, para darle sentido a la vida, huyendo de ella, en cierta forma (o de sus aspectos más burdos y rutinarios).

Al terminar la película no pude evitar compararla con el libro que había leído por la mañana, que tiene una propuesta estética interesante, sustentada en la teoría del azar, donde cada relato, mini relato y micro relato posee la magia de la vida, aunque sea absurda, aunque narre simplemente como un sujeto pierde una moneda en la acera.

El esfuerzo de filmar una película durante doce años, simplemente porque es una idea genial, porque va a transcurrir la vida y la veremos transcurrir en el desarrollo vital de los actores, es baladí. Es snobismo intelectual.  Es autismo artístico. Lo es sin una idea rectora, una premisa, un discurso. 

La vida familiar, social, humana, específica, rutinaria, transcurre en “Cuentos de Tokyo” de Yasujiro Ozu, quizá, como en ninguna otra película de la historia del cine. Fue filmada en 1953, en un lapso no mayor a ocho semana, quizá en cinco semanas. Y es profundamente conmovedora y significativa, dramática y trascendental. Eterna. 




Lo mismo pasa con un relato de siete cuartillas de Paul Auster, que puede leerse en cinco minutos… y con eso... resonó en mí. 

Sin embargo “Boyhood”, que se filmó durante 12 años, lamentablemente, es una película perfectamente olvidable. 

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