sábado, 19 de julio de 2008

NI SIQUIERA SOY POLVO / Borges


Del poemario "Historia de la noche" de Jorge Luis Borges, extraemos este poema que no aparece en internet en las antologías de Borges y el Quijote. Es una verdadera maravilla. Traza un laberinto de sueños, donde el viejo Quijano sueña al futuro enderezador de entuertos mientra se da cuenta de que es también un sueño del Capitan Cervantes. Ni Cervantes, ni Quijano, quién muere al final del libro son verdaderamente inmortales: solamente lo es don Quijote.
Y Quijano, el viejo Hidalgo aficionado a las novelas históricas y a las de caballería ni siquiera es polvo.



Ni siquiera soy polvo

No quiero ser quien soy. La avara suerte
Me ha deparado el siglo diecisiete,
El polvo y la rutina de Castilla,
Las cosas repetidas, la mañana
Que prometiendo el hoy, nos da la víspera,
La plática del cura y del barbero,
La soledad que va dejando el tiempo
Y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
Casual me reveló no usadas voces
Que me buscaban, Amadís y Uganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
Que historian cabalmente las empresas:
El grial que recogió la sangre humana
Que el hijo derramó para salvarnos,
El ídolo de oro de Mahoma,
Los hierros, las almenas, las banderas
Y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
Los reinos de la tierra, vindicando
El honor ultrajado o imponiendo
Justicia con los filos de la espada.
Quiera Dios que un enviado restituya
A nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
A veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
Seré ese paladin. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
Antigua y una hoja de Toledo
Y una lanza y los libros verdaderos
Que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
No proyecta una cara en el espejo.
Ni siquiera soy polvo. Soy un sueño
Que entreteje en el sueño y la vigilia
Mi hermano y padre, el capitan Cervantes,
Que militó en los mares de Lepanto
Y supo unos latines y algo de árabe
Para que yo pueda soñar al otro
Cuya verde memoria será parte
De los días del hombre, te suplico:
Mi Dios, mi soñador, sigue sonándome.

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