¿Qué significan los buenos días de Ramón?
El siguiente análisis contiene
SPOILER de la película en cuestión. Si no la ha visto y no desea que le
platiquen la trama, no lea el siguiente análisis.
“Guten Tag, Ramón” parece una
película emanada de un club de optimismo. Es todo lo opuesto a la tendencia
natural que ha tenido el cine mexicano en los últimos años, más cargado al lado
oscuro. Si bien nunca he estado cómodo totalmente con la visión sombría de
nuestro cine esperpéntico, llevar las cosas a Foxilandia, al extremo Prozac, es
tanto peor. Si usted es diabético definitivamente puede enfermar al ver esta
película de extremada dulzura. Llena de
fantasías irrisorias, a la que le falta la necesaria fundamentación que otorga
un proceso mínimo de investigación empírica. Todo es muy superficial. Es lindo
y tierno y bueno, pero a huevo forzadamente.
Un frustrado mojado mexicano es devuelto por cuarta vez a territorio nacional,
tras ser rescatado de un camión de redilas repleto de paisanos asfixiados y
muertos, rescate por cuenta de los heroicos policías de la Border Patrol. En
otras palabras es un sobreviviente, un vuelto a la vida, de la traumática
experiencia de un traslado fallido. Y pese a ello, retorna a su pueblo en
México, donde planea su retorno a E.U.
Lo único que no se le ocurre es
ponerse a trabajar en México.
Su pueblo es controlado por su
familia. Su familia tiene o pertenece a un exitoso Corporativo Empresarial que
se dedica a la producción, procesamiento, comercialización y exportación de estupefacientes,
por lo que se ve. Pero Ramón por su conciencia moral y su bondad existencial,
no quiere ensuciarse las manos con los negocios familiares. Y sus parientes son
tan malditos y perversos que mantienen a sus familiares inmersos en la pobreza
nacional. Sí. Ajá. En fin. Como son tiempos de Calderón al parecer, su familia
sufre la muerte por acribillamiento de su líder, en la famosa guerra con el crimen. La horrible realidad
nacional, y el hecho de que como todo mexicano que se respete, tiene una
abuelita enferma que necesita costosos medicamentos —esto por supuesto es
Pre-Seguro Popular—, y una madre abnegada todo terreno, arrojan a Ramón al
autoexilio.
Un pariente cercano le recomienda
que no insista en la Reconquista de California y que mejor se vaya a Alemania,
con una parienta que se dedica al servicio doméstico. Es un viaje que cuesta
30,000 pesos ida y vuelta, sin contar el desplazamiento a la Ciudad de México,
ida y vuelta. Pero uno de sus parientes mafiosos, en su cruda moral, le deja
una lana.
Dinero sucio. Pero lo lava con su
conciencia moral y su bondad existencial. Quizá lo llevó a bendecir a la
iglesia o le dió una fregada con jabón zote. En fin. Ramón termina en Alemania
con Visa turista.
Esta parte troncal de la película
tiene ideas interesantes. Una vez en Alemania, Ramón no encuentra al pariente
de su amigo y queda en situación de calle. Probablemente inspirado por la brillante
tesis del presidente Fox sobre la conveniencia del autoempleo, Ramón extiende
la mano afuera de una tiendita abriendo la primera sucursal trasnacional del
Misery Bussines mexicano. Ahí Ramón
conoce a un grupo de ciudadanos alemanes de la tercera edad que terminan por
adoptarlo. Recibe el apoyo, sobre todo de una señora llamada Ruth (bien interpretada
por la veterana Ingeborg Schöner).
Es infinitamente más fácil que una
persona adopte a un perro en situación de calle, a que adopte a un muchacho en
situación de calle. Por eso cuidaron mucho el casting. De tal modo que Ramón no
pareciera un verdadero migrante del campo mexicano, sino algo así como un
perrito chihuahua humanizado, que cualquiera se llevaría a su casa. O un
entrañable furby.
Ruth se lleva a Ramón a su edificio,
ahí muestra su valía al apoyar en diversas tareas a los jubilados del edificio.
Carga el mandado, realiza una reparación por aquí, otra por allá. Tiene la
fortuna de que entre los jubilados del edificio se encuentra un latinófilo, un adorador
de los ritmos latinos, Karl (Interpretado por otro veterano de la televisión
alemana Rüdiger Evers), quién lo emplea como instructor de baile. Entonces Ramón
comienza a ganar euros y parece muy feliz. Se hospeda en el sótano del edificio, un
pequeño cuarto amueblado. Pequeño pero mucho más grande que un depa de interés
social del INVI.
¿Cómo se comunica Ramón con Ruth?
A través de dibujos. Es un guiño a los pictogramas ancestrales de los códices
prehispánicos. Quizá en el universo de la película no existe todavía el traductor
de Google, ni los diccionarios bilingües. Pero contrario a lo que dicta el
sentido común, la relación entre Ramón y Ruth se fortalece a través de su incomunicación.
En una de las secuencias más
insólitas de la película, Ruth cree descubrir a Ramón masturbándose —esto está
muy mal filmado— mientras que en realidad Ramón está pelando una zanahoria a la
altura de su pelvis (si usted pela zanahorias a la altura de su pelvis, vaya al
psquiatra). La señora entonces, como lo haría cualquier ancianita alemana o
cualquier abuelita mexicana de mente abierta, se lleva a Ramón a una casa de
citas y le invita su primer prostituta. ¡Ternurita! Ramón por su conciencia moral y su bondad
existencial, pero sobre todo por su buena educación, no menosprecia esta invitación,
lo cuál sería muy grosero y se vería muy muy mal de un Latin Lover, y de un
Mexican Macho Men. Esta tierna y lúbrica escena fortalece la relación de Ruth y
de Ramón que se transforma en su ahijado de leche de Primera Comunión.
Y en este punto ya entendimos que
Ruth es una madrina ATM. La vida de Ramón está completa y Alemania ¡Es un mundo
feliz!
Hasta que la migra alemana detiene
a Ramón y lo deporta de vuelta a ese agujero mugroso llamado México.
El final de la película parece el
remate de un episodio de la Isla de la Fantasía, o de la Rosa de Guadalupe.
Había que imponer un Happy Ending a pesar de la deportación. Sacarse el final
de la manga es lo que conoce en la técnica de guionismo como un Deux ex maquina, porque fue un recurso muy
usual en la tragedia griega—algún dios aparecía y resolvía un problema en
apariencia irresoluble—. Pues Ruth
localiza a Ramón en su pueblito vía telefónica. Y ahora sí, con la ayuda de un diccionario
Alemán Español —que no se les ocurrió utilizar antes— le pide una cuenta
bancaria (aquí desaprovecharon para meter un Sponsor de American Express).
Ramón descubre entonces que ha sido beneficiario de una generosa herencia. De
este modo Ruth, la madrina de Primera Comunión es en realidad un Hada Madrina a
pulso. Y “Guten Tag, Ramón” es lo que los ingleses llaman un Fairy Tail, un
cuento de hadas.
Esta herencia se revela cuando
Ramón llega con un hato de compras. El dinero fácil, el que cae del cielo y el consumismo
como el culmen de la felicidad individual. Lo material supera la fuerza misma
de la relación interpersonal. Los personajes no sólo no persisten en su reencuentro.
Simplemente no se reencuentran. Su última vinculación es un acto mercantil.
Y Ramón con su conciencia moral y
su bondad existencial acepta sin ningún escrúpulo el dinero limpio, limpísimo,
de una mujer que apenas conoció. No porque lo merezca, sino por la ley de
Herodes, o la ley de lo cáido cáido. Y corre a hacer shopping.
El shopping como la quintaesencia
de la felicidad nacional.
La película fue un gran éxito de
taquilla en México, en E.U. y en Alemania. Fue la gran ganadora de las Diosas
de Plata que entrega PECIME, y está nominada a 6 Arieles. Funcionó a nivel
comercial y de público porque tiene esa quintaesencia del cine comercial de
oropel, del que vende cápsulas de felicidad empaquetada.
Luis F. Gallardo
14 de mayo de 2015
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