viernes, 28 de abril de 2017

LA PLAZA DE LA SOLEDAD... DE TODOS LOS DIAS

La plaza de la Soledad… de todos los días

Este 5 de mayo se estrena “La plaza de la Soledad” documental de la notable fotógrafa mexicana Maya Goded. Apoyada por Cinepolis sale con 15 copias en la Ciudad de México, tan parco número de copias significa que estará principalmente en las salas de arte de la cadena. Y sin embargo es una película que por su calidad y por su tema debería tener mayor proyección y divulgación.
   
Es un testimonio honesto y muy personal sobre una comunidad de mujeres que se desempeñan como trabajadoras sexuales en dicha Plaza, ubicada en el barrio de la Merced. Lejos de la denuncia social —implícita— es un documento engarzado en torno al universo femenino. 



Este proyecto inicio prácticamente hace 20 años. Desde 1998 Maya tomó una serie fotográfica para la cual enraizó en el barrio; entabló una amistad prolongada —y que se mantiene al día de hoy— con las mujeres de esta comunidad, a las que transformó después en bellas piezas de gelatina de plata. Maya Goded confiesa, que pese a la extraordinaria acogida de la exposición estaba insatisfecha por el deseo de narrar la historia personal de cada mujer. Esta necesidad, de contar al mundo las historias que ella conoció de primera mano, la llevo al lenguaje audiovisual.

El tema de la prostitución conduce inexorablemente a aquellas partes del universo femenino más indeseables por nuestra sociedad conservadora, Maya lo explica así: “Crecí en la ciudad de México donde la sexualidad femenina está dominada por la moral cristiana, por la imagen idealizada de la buena mujer, la buena esposa” o el modelo de buena mujer que es en nuestras sociedades patriarcales siempre una mujer de sexualidad sometida, donde por contraste una mala mujer sería aquella de sexualidad liberada o libre. Maya lo explica así: “Una de las fotografías que siempre ha incomodado es la de Margarita, una sexo-servidora de 70 años acostada con un cliente en una cama de hotel. Me preguntaban si había hecho una puesta en escena, si lo había inventado. Argumentaban que ya no trabajan a esa edad. Me di cuenta de que les molestaba mucho ver a una mujer mayor teniendo relaciones sexuales.” En conclusión, Maya intentó confrontar los “prejuicios sobre la prostitución, el sexo y la vejez” desde lo femenino, con sus fotos y ahora con su documental. 


Al verlo recordé los notables trabajos de investigación de Marta Lamas. Cuando leí a esta investigadora por primera vez cambió mi visión completa en torno al sexo­-servicio, pues Marta a pesar de haber realizado un trabajo antropológico serio, también tuvo que enraizarse en una comunidad de sexo-servidoras y esta vivencia se nota en sus textos: libres de prejuicios y de cantaletas moralistas y aún del moralismo feminista.

Marta se cuida mucho de hacer generalizaciones, sus trabajos de hecho buscan enfocar el tema en su multidimensionalidad. La prostituta no es una cosa, no se puede etiquetar o clasificar, se trata de personas y por lo tanto el trabajo sexual es un fenómeno complejo. Por ejemplo Marta nos dice que en su mayor parte la prostitución se relaciona con la pobreza, pero que es al mismo tiempo para las mujeres pobres una forma de empoderarse y de ganar libertad.

Otro enfoque notable en los textos de Marta Lamas radica en la compleja relación con los clientes. Es decir los hombres. Para cierta ala feminista los hombres son la fuente de los todos los males de la condición actual de la mujer, y por lo tanto los ogros y verdugos, los degenerados culpables de que exista la prostitución. En la vida real esta afirmación encuentra infinitos matices. De hecho existen muchas veces vínculos emocionales y de empatía entre trabajadoras sexuales y clientes hombres. 



Y todo lo que Marta escribió esta expuesto en este documental de una forma íntima, cercana, descarnada a veces, desgarradora en otras. Un poderoso ejercicio de desmitificación y de humanización de este pequeño microuniverso femenino —que quizá sea el macrouniverso.

En la Premieré a la que asistí, Maya Goded se refirió especialmente al trabajo de Valentina Leduc, quién tomó un cúmulo enorme de material de casi un centenar de horas para dar forma a la hora y media de película que se exhibe estos días, en un trabajo que tomó año y medio, y que nos lleva a inferir que en realidad Valentina también tiene un papel autoral importante en esta película. Me hizo recordar aquel documental de Robert Flaherty, “Lousiana Story” (1948) con miles de horas de pietaje filmado, dejó toda la titánica labor de montaje en los hombros de la legendaria editora holandesa Helen Van Dongen, quién al final fue la que en realidad le dio forma a la película, aunque no se le reconozca. El cine definitivamente, sea la película que sea, es siempre una obra coautoral. Un coro.

También llamaron poderosamente la atención en créditos, la participación de la productora Martha Sosa y por supuesto de Mónica Lozano, dos mujeres que ya han dejado una huella profunda en la industria cinematográfica nacional de los últimos años, con obra valiosa, desde la trinchera de la producción, que no siempre es la que tiene más reflectores.

En fin, estas mujeres, todas ellas, Monica Lozano, Martha Sosa, Valentina Leduc, Lena Esquenazi (en el diseño sonoro) y sobre todo y por supuesto Maya Goded, y las mujeres que protagonizan el documental, nos ofrecen esta espléndida película que conmoverá al espectador y lo llevará a reflexiones profundas, incluso sobre su horizonte cotidiano.

Maya pone una Lupa sobre un barrio de la Ciudad de México que cuando lo transitamos nos pasa desapercibido: por nuestra cómoda indiferencia a la desigualdad y el sufrimiento, que están ahí, a la vuelta de la esquina, en “La Plaza de la Soledad” de todos los días.  

P. D. Se pueden leer algunos artículos de Marta Lamas en línea:
¿Prostitución, trata o trabajo?: http://www.nexos.com.mx/?p=22354

Luis F. Gallardo

28 de abril de 2017  

jueves, 20 de abril de 2017

LADRONAS DE ALMAS

Ladronas de Almas

Este viernes se estrena “Ladronas de almas” de Juan Antonio de la Riva con 35 copias en gran parte del territorio nacional, película mexicana que se añade al prolífico corpus del cine de zombies mundial.  Si conocen el cine de Juan Antonio de la Riva sabrán que es garantía. Es la película que hay que ver para pasar un buen fin de semana o una buena sesión de cine.  



Mi experiencia con el cine de Juan Antonio de la Riva siempre ha sido de gratas sorpresas. En los años noventa Juan dirigió una película de TELEVICINE al mando de Chespirito “Elisa antes del fin del mundo” con guión de Paula Markovitch y el papel de su vida de Sherlyn González. Pues una película con buen ritmo, con escenas asombrosas (magnífico manejo de grúas en las escenas de  azotea, por ejemplo), con un final trágico: Sherlyn como actriz infantil pintaba para diva, estuvo genial en esta película. Fue un éxito de taquilla. Y sí era un proyecto de cine comercial, de TELEVICINE —o sea de Televisa— y sin embargo funcionaba muy bien. ¿Por qué? Porque Juan Antonio de la Riva, sea el proyecto que sea, siempre le da su toque: ¿Cuál es el toque de Juan? En este caso un buen retrato de la clase media chilanga, de sus espacios y atmósferas. Se sienten auténticas se traten de lo que se traten.



Aunque ese toque se siente más en sus proyectos personales “Vidas errantes” (1985); “Pueblo de Madera” (1989); “El Gavilán de la Sierra” (2002); “Erase una vez en Durango” (2010). La primera película que yo vi de Juan Antonio de la Riva se llama “Pueblo de Madera”, la obra maestra del cine mexicano de los años ochenta, y que para mí debe ocupar un lugar en el Top 10 del cine mexicano universal. Juan Antonio de la Riva como Juan Rulfo (de ese tamaño) tienen la peculiaridad de la voz regional, de una gran autenticidad en el discurso, en la pintura de costumbres pintada desde la entraña, desde la sangre, desde la raíz: sabor a tierra, a norte, a raigambre. Un cine honesto, fresco, sin tópicos, ambivalente, social… todo eso pero en el caso de Juan Antonio de la Riva, al mismo tiempo entretenido. En todas sus películas se pueden ver estos signos. Se puede sentir este retrato de un México fidedigno, honesto, con discursos bien tramados. 



“Ladronas de almas” tiene ese toque, pinta esos viejos cascos de hacienda mexicanos que abundan en el país. Una película bien dirigida y bien actuada, entretenida y con una tercia deliciosa de antiheroinas. Seguramente han oído hablar del antihéroe hasta la nausea. Pues las antiheroinas no son tan comunes, y aquí hay tres. Tres bellezas. Aunque ojo con Ana Sofía Durán, la más pequeña, la más bella y de muy buenas dotes histriónicas.  



Muy destacada actuación de Juan Angel Esparza, de Luis Gatica (que me sorprendió con su buen trabajo) y de Javier Escobar. Gran papel de Jorge Luis Moreno que se transforma totalmente para interpretar a un peculiar personaje albino.

En fin: la película funciona bastante bien como cine comercial de entretenimiento, con los rasgos del cine de Juan. En cuanto a su papel en el corpus del cine de zombies, también es peculiar pues explota la vena del zombie haitiano, poco trabajada. Aunque se cataloga en el cine de terror sabemos que no son películas de miedo, son películas para divertirse, relajarse y comer palomitas, con la metáfora siniestra usual: los zombies en realidad no son los muertos vivientes. Infinitamente superior a ese abominable monumento al tedio llamado “Halley” (Hofmann, 2012) que inexplicablemente muchos consideran de culto; “Ladronas de almas” si ofrece una buena dosis de coágulos sanguinolentos y sensuales dentelladas de carne humana.

Luis F. Gallardo León

20 de abril 2017