Sobre Diana:
¡Qué bueno que no fui lady Di!
Pasó sin pena ni gloria
por la cartelera una estupenda película. Diana
(2013) de Oliver Hirschbiegel, un magnífico director alemán, responsable de esa
JOYA llamada “El experimento” (Das experiment, 2001). No parecía el mejor
momento para un tema que tiene 15 años de retraso —por lo menos—, pero estamos
en un nuevo apogeo del Biopic. Este año vimos muchísimos Biopic, de todos
sabores y colores: la de Lincoln, la de Linda Lovelace, la de Jobs, y hasta la
de un mayordomo de la Casa Blanca, etc. En ese contexto, revivir a Diana es
coherente con el mercado mundial. La película narra los últimos años de Diana
de Gales, Lady Di. La canción de Gloria Trevi le queda pintada a esta película.
Lejos de los trastornos
o convencionalismos del género, la película puede leerse como una historia de
amor imposible, bastante bella. El guión es fenomenal. Habría que poner al
chafísima guionista de Jobs —un chamaco llamado Matt Whiteley— a copiar cien
veces el guión de Diana. Pero claro, Diana la escribió un viejo dramaturgo
inglés con más tablas que una carpintería, Stephen Jeffreys, responsable
también del guión de la interesante The
Libertine (2004) de Laurence Dunmore, basada en un libreto teatral del
mismo Jeffreys. Explorando el tortuoso romance de Diana con un médico Pakistaní, pinta estupendamente al fenomenal
personaje de cuerpo completo. En Jobs,
tontamente trataron de pintar al personaje a lo largo de su vida, nació en tal
lado, creció en tal otro, estudio esto, desarrolló lo otro, murió así, etc. Y
no logran ni por asomo un buen retrato. En Diana
centrándose apenas en un detalle de su vida, pum: de cuerpo completo. La parte
por el todo. Eso es cine de primera.
Y Naomi Watts es otra
de mis veneradas diosas. Está increíble. Me encantó que el director decidiera
no utilizar maquillaje para hacerla más parecida físicamente a la princesa. Por
el contrario, en el universo de la película, todos los props, los periódicos,
las noticias, los carteles, etc., en todos aparece Naomi… como Diana, la actriz
se apodera del personaje desde adentro. Irradia a Diana.
Un trabajo histriónico
de mucha clase y sensibilidad. Me recuerda al Malcolm X de Denzel Washington. Otro
dios. En fin. Buena película. ¿Por qué fracasó? ¿Saben por qué? Porque la
programaron en las dos peores semanas del año. Semanas, que históricamente,
tienen ocupación de salas de menos del 10%. Las dos semanas antes de las
fiestas de la natividad. Es decir, los distribuidores y los productores la
tronaron —ex profeso, o sea, adrede— con una muy mala programación. ¿Por qué? Es
una coproducción Europea —no hay lana gringa pues— y como tal, entra de relleno,
y le tocó entrar de relleno en la peor época del año. Y luego dicen que los
gringos ya no son gandallas con los cines extranjeros. ¿No?
Última reflexión: Qué
bien se siente saber que estas gentes poderosas también sufren los sinsabores
de la vida cotidiana. Como que estos dramas alimentan nuestro morboso rencor
social. Recientemente vimos a Obama en el OSO de la década, cuando su mujer le hacía
escenas, pucheros y jetas, exhibiéndolo mundialmente. En la película vemos como
a la mismísima Diana de Gales —por cierto heredera legítima al trono de la
corona ingresa, o sea pudo haber sido REINA de Inglaterra, ¡así!— la corre su
amante, —un pelagatos— de un depa de interés social. Uta. ¡Qué chido! Y qué
momento cuando Diana le grita a su Khan, —así se apellida el doctor no sean
malpensados— que ella tiene el amor de miles, quizá millones, pero no el amor
que ella quiere… Remember Rosebud. ¡Qué
bueno que no fui lady Di!
Luis F. Gallardo
05 Enero 2014
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